25 de julio de 2023. En la tarde de hoy, luego de obtener resultados satisfactorios del control de alcoholemia realizado en plena conferencia de prensa y ante algunas risas nerviosas, Ricardo Centurión rubricó un nuevo contrato con Boca Juniors. De esta forma, y luego de una novela que duró seis años, se cerró un “alto contrato” entre el club xeneize y el jugador, tal cual lo definió el mismo Centurión, que finalmente vuelve a ponerse la camiseta N° 10 de sus amores.
El origen de los desencuentros entre el jugador y la dirigencia se remonta a mediados de 2017. Aún siendo campeón y una pieza importante del equipo, el presidente Angelici decidió no adquirir el pase de Ricardo. El conflicto se originó debido al comportamiento poco profesional de Ricky: su amor por la noche y la bebida, los choques en su auto, denuncias de violencia de género y, como si esto fuera poco, portación de armas y de cara. Si bien no se comprobó una merma en el rendimiento deportivo pese a estos inconvenientes, la cúpula boquense propuso dejar por escrito algunas cláusulas por si Ricardo no se comportaba como un profesional. En el boceto acercado al representante, quedaría en la memoria del pueblo boquense la “cláusula gatillo”, la cual detallaba una serie de multas que debían aplicarse en caso de mostrarse en público con armas de fuego. También, el contrato preveía una rinoscopía mensual al jugador, su familia, su tía, su abuelo o cualquier mascota o animal con lazo de sangre que viviera con él.
Centurión se negó a firmar y atacó a la dirigencia diciendo que no le alcanzaban las palabras para explicar su decepción. A sus íntimos les habría confesado que estaba casi tan triste como cuando en una previa llena de minas, te quedas sin hielo y hay que ir a comprarlo. Así fue que recaló en Flamengo, seducido por un jugoso contrato pero, sobre todo, por el carnaval carioca. Allí, inmediatamente fue comparado con Ronaldinho: jugó dos temporadas brillantes donde fue goleador y sambista de la Scola do Samba “Filamento Grosso”. Tal fue éxito y el cariño que le tenía el pueblo de Río a Centurión que fue elegido Rey Momo del Carnaval durante dos años seguidos. En esa ciudad, Ricardo se sintió un carioca más. Todo el año era Carnaval y nadie señalaba su vida desordenada fuera de las canchas.
Sin embargo, Ricky extrañaba el mundo de Boca, los flashes, los paparazzi y el vino en cartón. Fue a comienzos de 2020 cuando el representante se reunió con Angelici, en ese entonces presidente de Boca Juniors, Huracán y Juez de la Corte Suprema de Justicia. Discutieron los términos de un supuesto regreso, pero otra vez aparecieron los temores a un Centurión descarriado. Gracias a las gestiones en AFA, lograron que todos los partidos de Boca se programaran para los jueves a las tres de la tarde, a plena luz del día y alejado de los fines de semana. El objetivo era que Centurión obtenga su mejor rendimiento. No obstante, la presión de los sponsors del torneo se impuso y el pase volvió a caerse.
El jugador cayó en una honda depresión. Con la cara totalmente desorbitada, la prensa lo encontró entrando a un bar y lo retrató bebiendo un té sin azúcar de un solo trago. A partir de entonces, Centurión tomó una medida drástica: dejaría el fútbol para dedicarse a la música. Así fue entonces que con pleno dominio del rayador formó una banda de música tropical con “el potro” Furios, “el polaco” Bastía y “la princesita” Gago. Juntos lograron un éxito único, mejor dicho, un único éxito: “Al gordo Daniel le gusta la meresunda por el traste” fue un hit tan desacorde como pegadizo, que retrataba una problemática social típica de principio de década. Su poética letra denunciaba, sin mencionarlo, a “un dirigente de la mafia que se puso la gorra por entrarle a la cafia”.
Quizás producto de la música o por dejar de sufrir la presión del mundo del fútbol, Ricardo vivió una transformación sin precedentes. Dejó de frecuentar la noche, las armas, las selfies, los pierciengs, el alcohol, y las cenas a puro Guaymallén de chocolate.
Tanta tranquilidad y una vida ordenada le permitió pensar en regresar al fútbol. El cambio al día de hoy ha sido tal, que el habilidoso volante se alzó con las últimas dos ediciones del premio a la bondad Carr-Farinello y estudia cambiar su apellido a Zen Turión. Desde hace algunos meses, el rumor comenzaba a ser cada vez más fuerte. Daniel Osvaldo, otrora representante de Ricky, comenzó a tener charlas cada vez más frecuentes con el ex peluquero Roberto Giordano, máximo dirigente del club de la ribera. En las últimas horas se confirmó la tan ansiada noticia, el sueño de Centurión se hizo realidad y el ex Wachiturro será nuevamente jugador azul y oro.
Desde Un Metro Adelantado, celebramos el regreso de este ejemplo del fútbol, pum para arriba, sin excesos ni tirándose un paso hacia atrás, por la siempre sana senda del deporte.
ADELANTADO DEL TIEMPO
El origen de los desencuentros entre el jugador y la dirigencia se remonta a mediados de 2017. Aún siendo campeón y una pieza importante del equipo, el presidente Angelici decidió no adquirir el pase de Ricardo. El conflicto se originó debido al comportamiento poco profesional de Ricky: su amor por la noche y la bebida, los choques en su auto, denuncias de violencia de género y, como si esto fuera poco, portación de armas y de cara. Si bien no se comprobó una merma en el rendimiento deportivo pese a estos inconvenientes, la cúpula boquense propuso dejar por escrito algunas cláusulas por si Ricardo no se comportaba como un profesional. En el boceto acercado al representante, quedaría en la memoria del pueblo boquense la “cláusula gatillo”, la cual detallaba una serie de multas que debían aplicarse en caso de mostrarse en público con armas de fuego. También, el contrato preveía una rinoscopía mensual al jugador, su familia, su tía, su abuelo o cualquier mascota o animal con lazo de sangre que viviera con él.
Centurión se negó a firmar y atacó a la dirigencia diciendo que no le alcanzaban las palabras para explicar su decepción. A sus íntimos les habría confesado que estaba casi tan triste como cuando en una previa llena de minas, te quedas sin hielo y hay que ir a comprarlo. Así fue que recaló en Flamengo, seducido por un jugoso contrato pero, sobre todo, por el carnaval carioca. Allí, inmediatamente fue comparado con Ronaldinho: jugó dos temporadas brillantes donde fue goleador y sambista de la Scola do Samba “Filamento Grosso”. Tal fue éxito y el cariño que le tenía el pueblo de Río a Centurión que fue elegido Rey Momo del Carnaval durante dos años seguidos. En esa ciudad, Ricardo se sintió un carioca más. Todo el año era Carnaval y nadie señalaba su vida desordenada fuera de las canchas.
Sin embargo, Ricky extrañaba el mundo de Boca, los flashes, los paparazzi y el vino en cartón. Fue a comienzos de 2020 cuando el representante se reunió con Angelici, en ese entonces presidente de Boca Juniors, Huracán y Juez de la Corte Suprema de Justicia. Discutieron los términos de un supuesto regreso, pero otra vez aparecieron los temores a un Centurión descarriado. Gracias a las gestiones en AFA, lograron que todos los partidos de Boca se programaran para los jueves a las tres de la tarde, a plena luz del día y alejado de los fines de semana. El objetivo era que Centurión obtenga su mejor rendimiento. No obstante, la presión de los sponsors del torneo se impuso y el pase volvió a caerse.
El jugador cayó en una honda depresión. Con la cara totalmente desorbitada, la prensa lo encontró entrando a un bar y lo retrató bebiendo un té sin azúcar de un solo trago. A partir de entonces, Centurión tomó una medida drástica: dejaría el fútbol para dedicarse a la música. Así fue entonces que con pleno dominio del rayador formó una banda de música tropical con “el potro” Furios, “el polaco” Bastía y “la princesita” Gago. Juntos lograron un éxito único, mejor dicho, un único éxito: “Al gordo Daniel le gusta la meresunda por el traste” fue un hit tan desacorde como pegadizo, que retrataba una problemática social típica de principio de década. Su poética letra denunciaba, sin mencionarlo, a “un dirigente de la mafia que se puso la gorra por entrarle a la cafia”.
Quizás producto de la música o por dejar de sufrir la presión del mundo del fútbol, Ricardo vivió una transformación sin precedentes. Dejó de frecuentar la noche, las armas, las selfies, los pierciengs, el alcohol, y las cenas a puro Guaymallén de chocolate.
Tanta tranquilidad y una vida ordenada le permitió pensar en regresar al fútbol. El cambio al día de hoy ha sido tal, que el habilidoso volante se alzó con las últimas dos ediciones del premio a la bondad Carr-Farinello y estudia cambiar su apellido a Zen Turión. Desde hace algunos meses, el rumor comenzaba a ser cada vez más fuerte. Daniel Osvaldo, otrora representante de Ricky, comenzó a tener charlas cada vez más frecuentes con el ex peluquero Roberto Giordano, máximo dirigente del club de la ribera. En las últimas horas se confirmó la tan ansiada noticia, el sueño de Centurión se hizo realidad y el ex Wachiturro será nuevamente jugador azul y oro.
Desde Un Metro Adelantado, celebramos el regreso de este ejemplo del fútbol, pum para arriba, sin excesos ni tirándose un paso hacia atrás, por la siempre sana senda del deporte.
ADELANTADO DEL TIEMPO