Sólo te pido eso Talleres, sólo eso. ¿Es mucho pedir para mí y para tantos otros locos? Que pagamos el carnet, que nos comemos filas para sacar la entrada, que reservamos parte del sueldo para verte, que dejamos a familia y amigos en banda porque jugas vos, que nos bancamos las malas y ahí estamos, que perdimos una final y que seguimos estando con un único objetivo, que es el motivo de mi pedido: el ascenso. No es a Primera, es a la PBN, pero ahí estamos. ¿Tanto te puede costar darnos esa alegría?

Algunas semanas atrás te pedí, también por esta vía, ganar la final ante Unión de MdP, lo que hubiese significado reservar un lugar en la segunda categoría del fútbol argentino y estar, en estos momentos, de vacaciones disfrutando la definición del torneo o la Copa Sudamericana. Pero no. Vos no nos das descanso. Parece que lo haces a propósito, como una prueba para ver hasta dónde te podemos seguir. Y, dalo por hecho, jamás te vamos a abandonar. Así que, en mi humilde opinión, me parece que ya nos merecemos el regalo anticipado de Navidad.

Y digo que parece intencional el hecho de que nos hagas sufrir a más no poder. Porque perdimos una final, sí, pero ahora estamos en otra. Jugando bien, jugando mal, con errores, actitud, factor H y, por supuesto, suerte, pero estamos ahí. A dos pasitos más para salir de este infierno que denominan Federal A. Y si de intenciones se trata, el partido del domingo es un claro ejemplo. El 1 a 1 en Santiago, ante Mitre, parecía un buen resultado para definirlo acá. De local, con nuestra gente…sólo hacía falta una victoria.

Pero no, Talleres está decidido a hacernos sufrir. Porque empezamos mejor, pero un error (uno más) nos puso 0-1 en el marcador. A remarla en el complemento, pusimos al rival contra su campo pero la pelota (provocadora de una oleada masiva de mordedura de uñas) no quería entrar. Tuvo que marcar la media hora el reloj para que la redonda entre para darnos el empate, pero, como vengo diciendo en estas líneas, Talleres nos quería hacer sufrir: jugada siguiente, ¡pimba! golazo de tiro libre. 1-2 y de vuelta la misma película.

Fuimos, fuimos y fuimos. Con 4 delanteros y dos extremos, con dos centrales custodiando el arco desguarnecido de Costa fuimos. Así llegó el empate, casi sobre la hora, pero siempre hay tiempo para más. En esos minutos nos perdimos dos chances para liquidar el pleito y los penales eran la solución y el camino a la alegría o al llanto. ¡Hasta eso nos tuvimos que aguantar! Metimos 4, ellos 3 y a otra cosa. Pasaje a la final y con la ilusión a cuestas para terminar con este calvario.

Por eso, Talleres, nos merecemos una cuotita de felicidad, ¿no te parece? Sólo te pido eso, nada más. No importa el cómo ni el porqué, no soy exigente ni exquisito. Acá no estamos para jugar descorchando un champagne, ni mucho menos. Que sea con un asado albañilero en medio de la calle tomando vino en caja, ¡qué más da! Ya te di mucho a cambio, sólo espero que haya feedback entre vos y yo, entre vos y la hinchada. Que todo lo que te regalamos regrese y podamos festejar los dos. Negocio redondo, ¿no? Sólo te pido eso, Talleres. Un último esfuerzo y empezamos a celebrar las fiestas. Dale Talleres, ¿qué te cuesta?