Está claro que este semestre no fue deportivamente bueno para nosotros (por no decir malo). Saber separar lo futbolístico de lo institucional, es entender que globalmente las cosas en el Club se están manejando bien, pero que en el ámbito del fútbol hay muchísimas cosas por mejorar.
Miro para atrás y rápidamente pienso en varios partidos que perdimos más por falta de picardía nuestra que por méritos del rival. Por pensar más en cuidar nuestro arco que en ir a buscar el ajeno. No se demostró capacidad para sacar adelante algunos partidos que se podían ganar. Y eso duele, molesta. Y la campaña es mala, no lo pienso yo sino que lo dicen los números.
Los últimos cuatro puntos obtenidos sobre seis en juego no cambian la ecuación, pero cambian el clima, el día a día de un equipo que esta golpeado, y de los hinchas que estamos necesitados de alegrías. Por eso el empate ante el “gran” River no se festeja, pero se disfruta. Porque haberlos complicados en su cancha y ante toda su gente es una gran satisfacción. Porque más allá de algunas limitaciones, los jugadores defendieron la camiseta como corresponde: dejando la vida en cada pelota.
Como en la temporada anterior, tuvimos que esperar hasta las últimas fechas para que el equipo empiece a demostrar algo, por más mínimo que eso sea. Parece difícil, pero ojalá podamos sacar los nueve puntos que quedan y terminar un poco más arriba.
La esperanza de ver un Olimpo más grande, con un equipo que contagie y un estadio repleto cada vez que jugamos en el glorioso Carminatti no me la quita nadie, pero tendremos que esperar hasta el año que viene.
Por lo menos así lo siento yo.
