Durante la ceremonia de asunción, su padre se encargó de recordar cuando en el colegio Mauro dirigía los partidos en los recreos. Aunque también aclaró “siempre intentaba darle una manito al equipo de la prestigiosísima escuela Cardenal Newman, donde jugaban los hijos de los millonarios”.
Ya de grande administró justicia en el fútbol argentino. Su salto a la fama ocurrió en 2014, cuando durante el River-Boca, el juez confundió una cabeza con una mano, y el color amarillo con el rojo. Las consecuencias fueron un penal para River, la expulsión de un jugador de Boca y la felicitación de un colega: Pablo Lunati.
Tiempo después, la situación se esclareció a través de un comunicado: “Pido disculpas a los pseudo hinchas del equipo humilde del sur de la Capital Federal. El perjuicio para con el club de extranjeros fronterizos se debió a que nunca había analizado con profundidad cuáles son los miembros del cuerpo humano. Cabe aclarar que a partir de lo sucedido me he abocado al estudio de la anatomía y ya estoy en condiciones de distinguir la diferencia entre una cabeza y una mano. Asimismo, respecto al color de las tarjetas, lamento advertir que convivo con un problema de daltonismo que no me permite identificar ciertos tonos cromáticos. Lamento haber perjudicado a un honorable sector de la sociedad indocumentado y de escaso acceso al dinero”. El convincente y emotivo texto devolvió al referee su intachable fama de hombre justo e imparcial. Al mismo tiempo, lo catapultó a una carrera ascendente como juez penalista. Finalmente, fue nombrado socio honorario de River Plate, pero esa es otra historia.
Mientras finalizaba su Doctorado en Derecho, presentó junto a su amigo el Senador Nacional Jean Pierre Noher un proyecto de ley en el Congreso, que rápidamente la prensa llamó “Ley Pintita”. El texto proponía que cada vez que Fernando Gago elevara sus manos por encima de la cintura, inmediatamente habría un penal a favor de River. De este modo, Pintita no podría sacarse un moco duro que le molestara al respirar, y ni siquiera ponerse gel en el cabello, entre otras cosas. La ley fue finalmente sancionada, pese al voto negativo del Diputado Daniel Passarella.
En 2017, cobró un penal en contra del club xeneize, luego de que un remate de Chávez besara el travesaño. Mauro Vigliano sostuvo que aquella situación iba en contra de las buenas costumbres y la moral, y que debía aplicarse todo el rigor de la ley. En paralelo a su carrera como árbitro, Vigliano se destacó como un abogado notable, siempre dentro de la rama penal. “Yo defiendo siempre a los millonarios de zona norte, ¿cuál es el problema? ¿Acaso no vivimos en un país libre?” solía defenderse en los pasillos de Tribunales cuando lo acusaban de parcial y elitista.
Pero el Dr. Vigliano tenía, además, un costado artístico. Sus trabajos al óleo demostraban una gran imaginación. Sus pinturas surrealistas mostraban figuras humanas donde las manos estaban sostenidas por el cuello, y sus trabajos estaban plagados de tarjetas rojas suspendidas en el aire y cerdos pintados en finos trazos de azul y amarillo. Su obra más afamada, “Vamo’ a cagar a todos los bosteros” fue adquirida por un excéntrico millonario uruguayo, de apellido Mora. Tiempo después se supo que el Sr. Mora la echó a perder un domingo lluvioso de Montevideo, cuando volcó un mate y desperdició la obra de Vigliano.
Mientras crecían los rumores como candidato a integrar la Suprema Corte, Mauro Vigliano fue noticia por cobrar un penal en contra de Boca Juniors durante el entretiempo. Luego del partido el juez explicó: “Rattín la bajó con la mano, fue penal y expulsión”. Ante la cara de sorpresa del cronista, Mauro agregó: “Más tarde lo veremos en la televisión. Si me equivoqué, pediré disculpas y listo. Total en este país no pasa nada. Ah, ¡y viva River carajo!”.
Desde Un Metro Adelantado celebramos el ascenso de Mauro Vigliano al más alto escalafón en la escala de la justicia nacional, y deseamos que, en su nuevo rol, continúe favoreciendo a todos los sectores, especialmente a los sectores más bajos, como la platea San Martín baja, y las tribunas Sívori y Centenario bajas. Y a todos aquellos ciudadanos de bien que simpaticen con el color blanco de la paz y el rojo de la pasión, y que tengan ídolos como Ramón Díaz o el Beto Alonso.
ADELANTADO DEL TIEMPO