Quilmes fue a Avellaneda con ganas de potenciar el momento positivo, jugó un buen partido, dejó imagen de equipo que quiere y puede, pero recayó en sus falencias y trajo un mal resultado. Hizo muy buenas cosas y hasta estuvo cerca de ganarlo; sin embargo entre errores propios que se repitieron como la indecisión de la defensa y el arquero, un arbitraje influyente y tal vez un poco de mala fortuna, se dio así.
Muchas emociones juntas generó el partido con Independiente, buenas y malas, y una sensación de tristeza por la derrota pero de orgullo por lo cara que se vendió.
Empezar ganando. Que te lo den vuelta con dos penales, el primero en una jugada muy confusa, pero que cobran como para compensar uno no cobrado antes. Que a vos también te hagan penales y no los cobren, y que no te compense nadie porque sos chico y estás de visitante. Que todos los pases en profundidad sean sancionados como offside, por si acaso. Que se te pongan 3 a 1. Descontar con el tercer penal de la noche, lleno de bronca porque te lo reconocen recién cuando ya parecés muerto. Empatarlo heroicamente a 5 del final. No saber mantener la cabeza fría en que el punto, así, sirve. Descuidarte y pasar de nuevo a perderlo. Volver a buscar el empate desesperadamente y que te liquiden.
Por lo bueno que el equipo mostró, me queda bastante paz con esperanzas de que en la próxima fecha se use más la concentración para anular lo malo, pero siga la misma intensidad para buscar. Creo que el 3 a 3 era más justo y es cierto que no me cierra mucho la idea de empatarlo y no cuidarlo a falta de tan poco; pero también es cierto que el equipo ya estaba parado para atacar, y si me pongo en su lugar, yo también habría querido ganarlo con el alma.
Como suele ocurrir a veces, la justicia fue algo esquiva a los hechos; y en un juicio complicado, el beneficio de la duda falló a favor del más poderoso y mandó preso al que tenía menos banca.
Por lo menos, así lo siento yo.
ADELANTADO CERVECERO - @adrian28qac
