San Lorenzo en la cima de América. Poco más importa. Que aún dure el festejo del miércoles. Esa marea azulgrana que invadió desde NG hasta Boedo en un festejo sentido y en paz.
La Copa Libertadores fue mi obsesión. La tuya también, que tenés muchos año más que yo y cargaste esta mochila tanto tiempo. O quizás seas un pibe y te sea más difícil dimensionar la fortuna de vivir tamaño logro a tan corta edad.
Acá un equipo que ya la historia se encargará de rotular. Hoy son presente. Los que arrancaron en enero y los que terminaron en agosto (correte de la foto Valdés).
Dos años apenas pasaron. Imágenes que van y vienen. La del Pipi arrodillado mirando el cielo luego de que Gigliotti coronara con gol su maradoniano desborde, al Pipi levantado la Copa. De la camiseta con la estampa de La Nueva Seguros, a la camiseta con la Copa Libertadores bordada. De ir a pedir a la Legislatura, a recuperar la Tierra Santa. De viajar a Córdoba a jugar la Promoción a viajar a Marruecos a jugar el Mundial de Clubes. De tener a Viggo como embajador en el mundo, a tener al Papa como líder espiritual. Contrastes.
Ahora es la hora de cumplir las promesas hechas. Tatuate, rapate, caminá, casate, divorciate. Lo que sea que haya sido ofrendado, prometido. Es hora de seguir de festejo e ir saboreando lo que viene: el Mundial en diciembre. El que importa, el que es propio. El que vas a gritar lo goles, gozar las vitorias y llorar las derrotas.
Otro día hablamos de futbol y vemos qué hacer con este torneo de la mediocridad transitoria, último regalo del finado. Ocurre que pasar de aquello a esto como que a uno lo tira abajo. No importa, me busco el disco de Creedence, el tema Bad Moon Rising y me pongo a cantar con la letra que todos conocemos. La que hace años se escucha en el Nuevo Gasómetro.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO CUERVO