Ganamos tres partidos. Hicimos tres goles. El gol lo hizo el tres… Sí, el ¡tres! ¡Marquitos! Se me pianta un lagrimón, como quien dice. Ya tengo el brazo rojo de tantos pellizcones que me estoy dando. No lo puedo creer. Marquitos se desmarcó, levantó la cabeza, midió el centro, la velocidad del viento y definió bárbaro con el parietal interno del menisco derecho, lejos de la posición del arquero. Me hizo acordar al Paolo Rossi del 82, al Passarella del 78, al Diego del 86… Además de ser un excelso tirador de rabonas, ahora le suma gol. Yo no sé qué están esperando para darle un Balón de Oro.
Messi la volvió a romper. Metió 2 golazos y hasta la pegó con los cambios. ¡Qué acierto metió con Lavezzi! Yo no lo hubiese puesto ni loco. Y es tan humilde Lío que hasta se sacó a él mismo faltando 30 minutos. Yo tengo que seguir cuidándolo. El otro día hacía frío y lo tapé con una frazada de Estudiantes que me tejió mi abuela. Yo sabía que para algo me iba a servir. Después, como todas las noches, le leí un cuentito. Se trataba de un jóven que se cuidaba mucho el pelo y vino de vacaciones a Brasil. El título era “Comer, rezar, amar, perder y volver a Portugal”.
Al que se la devolví fue a Lavezzi. No se la iba a llevar de arriba. Le escondí un regalo que tenía en una caja, calculo que era para la mujer, porque decía: “Mari Juana”. Eran un montón de hojitas, semillitas, pastito… Aunque me dio no sé qué decirle que los Reyes Magos no existen.
Me preocupa lo que piensa Bilardo del equipo. No lo noté nada convencido, y hasta un poco enojado. Cuando le pregunté si la actuación de Messi le había gustado, me dijo: “Esto no tiene bebida alcohólica, señorita. Tiene Gatorei. ¡Es Gatorei, señorita!”. La verdad que no entendí que quiso decir, pero su tono parecía de enojo.
Bueno, dejo de escribir. Tengo que charlar con Basanta que parece que encontró un kiosco acá a dos cuadras del hotel donde si comprás 3 cajas de Garotos, te regalan la cuarta.
