Una vez Charles Chaplin dijo: “Un día sin una sonrisa, es un día perdido”.
Hoy yo les vengo a decir: un partido de fútbol sin goles, es un partido perdido.
Un partido sin goles es la nada misma, es no poder abrazar al compañero, no poder romperse la garganta, no poder explotar, vivir el orgasmo futbolístico, no ver a Miguelito alzar los dos brazos al cielo con puños apretados, no ver al profe Cinquetti salir despedido del banco de suplentes, es no poder combinar las voces de las más de 40.000 almas que concurren partido a partido al Gigante de Arroyito. Un partido sin goles es también no agarrarse la cabeza, no buscar responsabilidades en el marcador de punta, en el central o en el delantero que perdió inocentemente la pelota, no buscar la culpa en el árbitro o en el juez de línea, no buscar minuciosamente el error en la jugada, no discutir si entró o no la pelota. Un partido sin goles es no llegar a emociones extremas.
Por suerte tuvieron que pasar 11 meses para que en un partido de Rosario Central el resultado sea 0 a 0 y 20 para ver un 0 a 0 en el Gigante de Arroyito. Éste no es un dato menor, ya que demuestra claramente que el conjunto de Miguel Angel Russo siempre propone, algunas veces se lleva el premio del gol y la victoria; otras veces se descuida atrás y sufre goles y derrotas, pero en definitiva de eso se trata el fútbol, de proponer, de hacer goles y de que también te hagan. Siguiendo con la corriente filosófica, vamos a remitirnos a una frase que resume la situación expuesta: “No se puede tener un arcoiris sin un poco de lluvia”.
Espero que pasen como mínimo otros 11 meses para que Central protagonice un partido con el mismo resultado y otros 20 para que haya un 0 a 0 en el gigante.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO CANALLA