Esta semana no voy a hablar del partido, ni de táctica y estrategia. Ni de si el punto sirvió o no, ni mucho menos de los merecimientos.
Esta nota está dirigida pura y exclusivamente a esos que creen estar
viviendo algo parecido a una pesadilla. Te digo que estés tranquilo. Dejá que hablen de los demás. Sí, de ellos también. A mí dejame siendo punto, nunca me gustó ser banca. Nunca. Y a esos que lo ven como algo imposible soñar con algo más, ¿acaso se
olvidaron lo que somos?
¿Imposible? ¿Qué es
imposible para nosotros? ¿Ustedes pretenden que yo me crea que no tenemos
chapa, que nos falta poder de fuego, y no sé cuantos argumentos propios de un
mundo donde reina la lógica? No, señor. Somos Estudiantes, viejo. Nos encanta correr de atrás. Nuestra historia,
esa que otros darían la vida y mucho más por tener, la hicimos de esa manera:
ganando batallas, dándole vida a los sueños, convirtiendo en real eso que
parecía una utopía.
Acordate cómo llegamos a Old
Trafford, contra un Manchester United que era la base de la Inglaterra campeona
del mundo. Todos apostaban cuántos goles nos iban a hacer. Sin embargo, dimos una lección de
hombría que quedaría marcada a fuego en las generaciones futuras.
Aprendimos en siempre creer en quien vista estos colores, en no darse por
vencido aún vencido. Once
indios, once animales, le sacaron la Copa Intercontinental a los reyes del fútbol mundial.
O vos, amigo de la lógica, tampoco recordás que teníamos 7 jugadores cuando le empatamos al Grémio que luego sería Campeón de
América después de estar 3-1 abajo. ¿O no te acordás como nos mirábamos en la popular, incrédulos? ¡Y cómo gritamos el gol de Russo, por favor! Con unos huevos grandes como la ciudad, le empatamos a
ese equipazo. ¿Sabés
cómo se llama eso, no? Eso es Mística. A vos no te tengo ni
que explicar qué es eso. Otros, en cambio, no lo entenderían ni con un cuadro
sinóptico.
¿Y en 2006 me vas a decir que la teníamos fácil? Llegamos
a la final después del cabezazo que protagonizó Agustín, aunque en realidad cabeceamos los 35 mil que estábamos en la cancha. Después, arrancamos la final perdiendo contra un rival
al cual no le ganábamos hacía rato. Y sin embargo, creímos. Sacamos la chapa, el empuje, el corazón y pudimos
conseguir la hazaña.
¿Cómo olvidar esa noche en el Mineirao, donde solo nosotros
creíamos en el Profesor y sus muchachos? Íbamos a jugarnos el sueño
continental contra un equipo que no
había recibido ni un solo gol como local. Y empezamos perdiendo, otra vez. Siempre de punto, siempre de atrás. ¿Te
acordás como temblaba esa cancha después del gol de Henrique? Y luchamos, como cada vez que la tenemos
brava, como cada vez que nadie da dos mangos por nosotros. Y a
esos que nadie les había hecho un solo gol, les hicimos dos. Enmudecimos a 80
mil brasileños.
Creamos en este plantel, que va a dejar la vida por hacernos felices. No somos menos que nadie y vamos a pelearla hasta el
final. Me encanta que no nos tengan en cuenta. ¿Sabés por qué? Porque nuestra historia es nunca
claudicar ante la adversidad, sino hacernos fuertes ante ella. Porque, como
dijo Zubeldía, al éxito no se llega por un camino de rosas. Porque a la historia de Estudiantes de La Plata la escriben las utopías. Pero fundamentalmente porque nosotros, a diferencia de otros, sabemos de
imposibles.
Por lo menos así lo siento yo
ADELANTADO PINCHA - @DrBidon