Empujan a Vietto, Vietto se tira. Es infracción pero el árbitro no la cobra. Empujan a De Paul, De Paul se tira. Es infracción pero el árbitro no la cobra. Dicha acción culmina con el gol de Quilmes.
¿A qué apunto con título y comienzo desta nota? Adivinen, adivinadores ¡Esto no es Esparta! Estoy harto de, digamos, demasiadas cosas del fulbo gore que padecemos todos los findes. Y algo que faltaba agregar y siempre olvido es el fastidioso empecinamiento de nuestros futbolistas para caer fulminados por rayos cuando una abeja poliniza en Laferrere. Prefieren concluir la jugada tirándose a la pileta o retorciéndose cual babosas espolvoreadas con sal antes que empujar la pelota dentro del puto arco. Y la viveza comienza a convertirse en un inútil vicio que quita más de lo que da. A esto hay que agregarle que somos Racing. Que si es dudoso no van a cobrarlo o, más aun, debe ser escandalosamente evidente para que sancionen la infracción ¿Entonces?... perdimos uno a cero. Otro poroto fuera de la olla.
Pero, obviamente, esto no queda aquí. Quienes se tiran no son de carne y hueso con terminaciones nerviosas y no le reclaman al hada azul que les otorgue vida ni tienen un grillo parado sobre los hombros que actúe como consciencia alguna que le exprima un ápice de ética u orgullo. Son Pinochos “barnizados” por oportunistas que sólo están detrás del mega negocio que es el balompié. Y les chupa todo un huevo. Sólo les importa la guita.
Y así nuestro querido fútbol ya carece de sentido. Los arbitrajes son vomitivamente tendenciosos y el espectáculo que ofrecen nuestros sedentarios futbolistas (es decir, a quienes no tienen más remedio que “jugar” acá, con la mente en Pakistán, Rarotonga del norte o Cracovia) es… puaj.
Lo peor de todo: no le encuentro solución. En un fútbol nivelado para abajo (digamos tres mil kilómetros) donde cualquiera le gana a cualquiera y todos empardan con la fealdad, lo lógico sería quedar en la mitad de tabla. Pero con varios puntos afanados por los árbitros y esta pobreza de alma… la posición décimo sexta nos queda de perillas. Como dijo una vez el famoso tano Pasman: “¡Pongan huevos, pongan huevos! ¡Son River!”. Bueno, las gallinas no pusieron huevos y los árbitros le cortaron los víveres. Acá, en Racing, ahora no hay huevos, ética, fútbol, estrategia, criterio ni picardía. Sólo esporádicos arrestos de tipos con baldes en la cabeza. Por eso repito: somos de madera, estamos por el piso y no hay integridad. La cajita infeliz… con los pies pa’delante.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ACADÉMICO