Llegó el momento en el cual vuelvo a hablar del Cervecero, aunque esta vez lo hago con otro sentir. No digo que contento, pero al menos con un poquito más de ánimo. Porque el Quilmes que venía acostumbrado a perder, lleva cuatro partidos seguidos sin derrotas y demostrando de a ratos la personalidad que faltaba para compensar la carencia de juego y claridad. Desde que esto empezó a pasar, se consiguió la mitad de los puntos posibles y se volvió a creer que todavía es posible renacer.

Para resumir, la secuencia arrancó con un empate en casa ante Boca, que hoy no es un equipazo pero no deja de ser un grande. Feo, sin goles, pero por primera vez en el torneo, un partido chato para ambos no fue derrota nuestra. Lo siguiente fue un buen punto traído de Rosario ante un Newell’s que siempre propone y empezó a ganar cuando faltaba poco, pero se encontró un Quilmes que se acordó de que no siempre que te hacen un gol, necesariamente tenés que perder y gritó sobre la hora. Envión anímico, victoria merecidísima de local contra Belgrano que se quedó re caliente, y rumbo a Rafaela con la frente en alto. Levantada hazañosa para opacar una victoria inminente que Atlético tenía asegurada con dos goles a favor, contra un equipo cuyos delanteros no la embocan. Lo bueno es que últimamente todos ponen, y cuando los indicados no logran convertir, los defensores se convierten en héroes.

Todavía estamos sumergidos en una realidad helada y densa; pero después de las mejorías que fuimos teniendo, que se maximizaron entre la claridad contra el Celeste y la fuerza contra la Crema, al menos ya no me veo enterrado en el barro que nos intoxicaba. Podría ironizar que estamos en un gran balde de crema del cielo, que así como puede matarnos de ahogo y frío, también podemos pasar a disfrutarlo como postre del plato principal de la permanencia.

Por lo menos así lo siento yo.

ADELANTADO CERVECERO – @adrian28qac