NOVEDADES

04 marzo 2014

SE ESCAPÓ LA TORTUGA


04 marzo 2014

“¡Entra Corvamal!” “¡Naaaah! ¡Estás jodiendo!” “¡Te lo juro por mi vieja! ¡Mirá!”. Y, sí… entró Corvamal y nos empataron. Nos empataron faltando míseras chirolas. La misma vieja historia, figurita repetida, tropezar con la misma piedra… whatever. Aunque, a esta altura, asumo que se encariñaron con la piedra, avivar giles, auto-profecías cumplidas y el rol masoquista. Debemos tener mucha paciencia para soportar la misma película cientos de veces o convertirnos en expertos faquires de sapos. Y no hay mostaza que disimule el sabor del pancho trasnochado. Vamos a repetirlo durante varias noches.

Y, así, como frente al millo -riéndose ante un obvio penal no cobrado- Merlo supo manejar la histeria y la ansiedad, contra el albo hizo todo lo contrario: Trasladó su incertidumbre al campo de juego y lo modeló con cambios inexplicables. Y todo comenzó por la primera frase: Corvalán no puede jugar al fútbol. No puede porque no sabe. No existe siquiera como reemplazo de aguatero. Resta, siempre resta. No es un compañero ausente, es un contrario encubierto.

El partido estaba finiquitado. Sólo restaba jugar con la desesperación del albo (ellos iban perdiendo). Circular la pelotita, asegurarla, buscar infracciones, perder tiempo, simular lesiones, reventarla y raspar dejando el alma por el triunfo. Pero no. Dar un paso atrás envalentona al contrario. Los partidos duran noventa minutos y la gota horada la piedra. De rebote, pelota parada, pifia u ogt, cuando te cascotean el rancho mejor que lo hagan de lejos. Cuanto más lejos mejor. Sin embargo, se hizo todo lo inverso: Cambios de frente, dividir, recular, resignar el contragolpe y esperar que el reloj adelante. Esta suma de bazofias nos condenó.

Infantilmente, se escurrió el triunfo. Y la bocanada de aire fresco se transformó en inhalaciones de riachuelo en húmedo verano. Pero lo que más indigna es que no nos empataron ellos; fuimos nosotros mismos con la variante harakiri-pinball. Abrimos la puerta de la jaula durante largos minutos. Tantos como para que se escapara la tortuga.     

Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ACADÉMICO    

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