Desde el vamos, el planteo fue medio suicida. De once jugadores, mínimamente ocho estaban ligados al ataque. Parecía que otra vez chocábamos contra la fortuna. Estaba uno a uno, encima el culorroto de Beligoy parecía que estaba ciego. Juanito estaba raro. Trababa, buscaba la pelota, la corría la luchaba. Sí, raro. Pero en el último partido de local, cuando Erviti y Cazares estuvieron unos cinco minutos juntos, el moreno se comportó de la misma forma. Es buena señal esa, porque ambos pueden jugar juntos y no necesariamente con Erviti de cinco.
Bueno, bien, se largó la lluvia y desde Tucumán nos llegaba que Defensa y Atlético estaban empatando y que quedaban pocos minutos. Ya sabíamos el resultado de Independiente. Pero los rivales no eran ellos, éramos nosotros mismos.
Y apareció Chávez, para sacarse a mufa, para sacarse el balde de la cabeza. Y en un partido que merecíamos ganar desde hacía rato, sufríamos porque no la podíamos meter o más bien porque no quería entrar. Se rehusaba, la muy turra. Pero entró, y el gol se gritó más fuerte que lo habitual, como para espantar a la mufa.
Sí, usted tiene razón, no estábamos mal. Esto era como que un rico se queje de que en los últimos tiempos haya chocado dos Porsches, teniendo un garage con cien autos de lujo. Es una comparación un poco burda sí, pero fíjese a qué distancia estamos del cuarto o del tercero. Están a años luz. Si bien el Nacional B es hipercompetitivo y en dos fechas puede pasar cualquier cosa, la diferencia es amplia y hay margen de error. Pero el hincha está impaciente, quiere golear todos los partidos, cuando hasta el Barcelona pierde partidos.
La base esta. Ahora se viene Ferro y luego Independiente con el quilombo de los hinchas camuflados que puedan entrar, con el bono, con todo. Mientras, a disfrutar de este gran momento.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO TALADRO - @Yuainjaim
