El domingo no me importan la táctica, me da lo mismo el 4-4-2, el 4-3-2-1, el 4-3-1-2, jugar con doble cinco, con doble enganche y la mar en coche.
El domingo no me importa que Grana sea titular, que Gago no levanta, que Román no se termina de poner a punto, que Sánchez Miño siga con altibajos, que Erbes no me convenza por derecha, y que no tengamos un puto wing como la gente para poner arriba con Gigliotti.
El domingo no me importa que estemos a seis de la punta, a un paso de la Sudamericana, que sería nuestro quinto partido sin derrotas, ni cualquier otra tabla o estadística.
El domingo no me importa qué pasó en el verano, que una derrota, dos, tres... veinticinco derrotas por la copa de leche.
El domingo no me importa que un par de bocones hablen con los periodistas, que Orión se cague a trompadas con Ledesma, que haya grupos, que haya broncas, y que no entiendan a Bianchi.
El domingo no me importa lo que digan esos putos periodistas que llenan las páginas de los diarios amarillos y las horas de los programas de chusmerío futbolero berreta hablando miserias de Boca por un poco de rating.
El domingo lo único que me importa es que esos once tipos que se van a poner la camiseta de Boca se rompan el alma en cada pelota. El alma, hermano, ¿Se entiende? ¡El alma! Que esos once elegidos corran como si fuera el último partido de sus vidas. Que traben con la cabeza, si es necesario. Que pongan lo que hay que poner desde el minuto cero. Que Orión no ataje, que atrape. Que la defensa no marque, que destruya. Que los volantes no toquen, que rompan y jueguen. Que Riquelme no tire pelotazos, sino misiles. Que Gigliotti no apunte al arco, que apunte a la cabeza. Y que la mitad más uno no cante, que aturda.
Porque los clásicos no se tienen que jugar, los clásicos se tienen que ganar.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO XENEIZE - @Roquelme