El comienzo no iba a ser el mejor. Gracias a la gilada egoísta que pudrió todo en el cierre
del torneo pasado, el partido se iba a jugar a puertas cerradas. Se ve que eso
complicó a todo el mundo: la hinchada que quería ir, no pudo llegar; los
jugadores que tenían la obligación de estar, aparecieron tarde en el partido.
Claro está que hablo de la clásica costumbre que tiene Quilmes de regalar un
tiempo y después salir a buscar a lo pavote. Estoy esperando que alguien me
explique por qué acá pasan los años, los planteles y los técnicos, y siempre
se cae en la misma aberración.
Mi sistema se pone nervioso cuando un equipo
que tiene que sumar puntos juega a conservar; peor cuando es de local, y ni
hablar si es contra un rival directo. Central vino a ver si se encontraba una
victoria en algún apriete y lo consiguió. En un primer tiempo que la visita
manejó a su gusto, no tuvo tantas llegadas pero su planteo le alcanzó para
ponerse, bien, en ventaja. El Cervecero fue pobre en todas sus líneas y no metió
miedo con un solitario punta al que no le llegaba la pelota. Se dejó ganar el
mediocampo, marcó horriblemente una pelota de aire en su área y dejó cabecear a
un petiso. Para peor, el arquero hizo vista confiado en que el frentazo se iba afuera y
terminó yéndola a buscar a la red.
La levantada tardía es historia y hasta
embronca, porque una cosa es la digna resignación cuando se quiere y no se
puede. Pero la otra cosa, la que me envenena, es que sí se puede ir al frente con todo, y no
se hace hasta estar jugado.
Particularmente, pienso que sería una lástima conformarse con
otro semestre como el pasado. Creo que este
plantel tiene capacidad, pero necesita mentalidad. La obligación es revertir
esto ya, porque con o sin potencial, hay dos desenlaces: o cambiamos de juego en unos días, o
cambiamos de categoría en unos meses.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO CERVECERO – @adrian28qac