“Hubo mucho bidón”, “Esto es estudiantes” y “Estudiantes es una escuela” fueron algunas de las declaraciones. Tristemente un pibe de escasos 19 años se siente orgulloso de esconder la pelota, o de que un “alcanza pelotas” de 40 años ponga dos balones en el campo de juego. De pinchar rivales y vaya uno a saber de cuántas cosas más. Muchas veces hasta me he preguntado si los bidones eran solo para los rivales.
Pero ¿quién dijo que todo está perdido? Lanús señores también es una escuela. Una de esas que basa sus principios en el honor, respeto, lealtad y por sobre todo, en el buen juego. Mas allá de los resultados, en el Grana se forman personas honestas. Y basta para comprobarlo el partido con Vélez, un rival que poniéndose a un gol del empate acorraló contra su arco a Lanús, a un Lanús que nunca escondió una pelota, que su arquero más preocupado por atajar bien que por ganar miserables 4 o 5 segundos por saque de arco. La humildad, el honor y sacrificio son las tres palabras más populares dentro de los límites del club. Un club que supo trasmitir a sus jugadores valores y un sentido de pertenecía admirable.
Este sábado Lanús demostró haber recuperado la memoria. El equipo presionando en ¾ de campo, con sus laterales pasando una y otra vez y haciendo daño por los extremos. Con un “Junior” Benítez intratable y un Agustín Marchesín insuperables demostramos que estamos vivos. Pero no solo demostramos estar vivos, sino que demostramos que con cuotas de buen fútbol y honestidad se le puede ganar a un gran rival., porque Lanús también es una escuela.
