Llegás temprano, nervioso, caliente, tenso, con dientes apretados. Subís mil escaleras, buscás tu lugar, esperás. Un minuto, dos, veinte, que empiece de una vez, la puta madre. No querés hablar, querés gritar. Sabés que hoy es el día.
Ahí está, sale a la cancha el equipo y empezás a alentar, como si no hubiese pasado nada. Y atrás aparece Carlos, de traje, cruzando la cancha en una larga caminata que parece solitaria, pero no. Tenés que avisarle que no está solo, que el manoseo y la campaña de desestabilización de dirigentes y medios berretas no te movió un pelo. Se lo aclarás, se lo decís, se lo gritás. Para él y para toda la gilada. Saluda. Se sienta. Intentás calmarte. No podés. Volvés a gritar y ya no podés parar.
Arranca el partido. Lento, pero prolijo. Los laterales dan seguridad y se van al ataque. Forlín cada vez más firme. El Cata, desordenado y todo, no pierde una. En el medio luchan. El enano juega, ¡por fin el enano de titular! Encara, tira firuletes, pone el cuerpo, patea al arco. Y arriba el Puma, esperando una pelota. Y llega el centro, limpito, testazo, pique al suelo, ¡andá a buscarla adentro, Rulli!. Gol. Gol de Boca, te abrazás con el de al lado como si fuese Gigliotti.
Estamos para el segundo. No entra. Vuelve Rivero como un toro, te saca una sonrisa. Faltan quince, y después de preguntarle a Riber qué se siente, lo ves al Diez. El "Riqueeelme Riqueeelme" te retumba en la garganta y en los oídos. Entra, la pisa, pared, gooooouuuu. Si la metía había que cerrar la cancha. Se acaba. Se acabó. Ganamos. Sí, viejo, por fin. Se lo dedicamos a todos, la re puta madre que los re parió.
Esto es Boca, pensás. Mientras cantás y revoleás lo que tenés a mano. Los aplaudís, se lo merecen. Esta vez dejaron el alma como vos. No dudaron. Querían ganar y dedicártelo. Y ahí están, saludándote. Y atrás se va Carlos. Pero no se va de Boca, como quisieran esos putos periodistas, se va a festejar y a agradecerte en conferencia por tu aliento y por el apoyo incondicional.
Volvió la actitud, las ganas de ganar, de romperse el lomo por la camiseta. Volvió a verse un equipo con hambre, un equipo herido, pero de pie y enojado. Volvió Bianchi. Volvió su esquema fetiche: cuatros, tres, uno, dos. Volvió al equilibrio. Volvió a tapar bocas. Volvió Román. Volvió la magia. Volvió a controlar los tiempos del partido. Volviste vos, el jugador número 12, aunque la AFA no quiera. Volvió a hablar la Bombonera. Volvió a bancar al DT y al Diez. Volvió a desmentir a esos putos periodistas que hicieron lobby toda la semana. Volvió a advertirle a los dirigentes "qué quilombo se va a armar". Volvió a dejar en claro que Boca está por encima de todos, pero que Bianchi y Román, están por encima del resto.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO XENEIZE - @Roquelme