Dieciséis años pasaron para volver a jugar otra final internacional, otra vez el destino quiso que sea contra un equipo brasilero. Y si el destino es benévolo en algunos meses volvería a cruzarnos con aquel equipo que nos dejó el sabor amargo de una final perdida.

Dieciséis años más tarde encuentran a un Lanús más sólido, afianzado. Con bastante más experiencia en el plano internacional. Con bases fuertes desde lo institucional y un crecimiento incesante en todo sentido. Deportivo, institucional y social. Ya no es aquel equipo chico que hasta causaba la simpatía de los más grandes. Es más para alguno de ellos se convirtió en duro escollo.

Y se nota en la calle, en las lejanías de Lanús. Y puedo comprobarlo yo mismo que viajo desde bastante lejos domingo a domingo para ir a “La Fortaleza”. El crecimiento también vino en cantidad de hinchas. Uno a donde vaya cruza un purrete con la granate.

Decir que Lanús es el club de barrio más grande del mundo como da vueltas en las redes sociales seria una obviedad. No tenemos comparación. Mas de algún “B”ecino resentido va a querer decir lo contrario, pero eso no se dice, se demuestra. Y no solo con logros deportivos o institucionales, de los cuales tenemos más que cualquier hijo de “B”ecino. Lo demuestra tu gente. La gente de Lanús lo viene demostrando ampliamente, una lástima que los cruces con equipo argentinos no hubo visitantes, porque de haber sido así hubiéramos copado Racing y River también.

Somos los más copados del sur porque jugamos nuestra tercera final internacional, porque todavía peleamos el torneo domestico y porque somos copados. Porque copamos Chile, copamos Paraguay y porque copamos con 2.000 almas granates Brasil, cantidad que algunos jamás llevaron ni a Santa Fe. Y por las 45.000 almas granates que quieren coparse este miércoles en “La Fortaleza”.

Por lo menos así lo siento yo.