Sensaciones nuevas, que no acostumbrábamos, nos fueron llevando a lo largo de este torneo a conocer una nueva ilusión, esa de estar peleando codo a codo con los “grandes”, o mejor dicho, “los grandes de la época”.
Estuvo bueno tocarle el totó a Boca, a Lanús, a San Lorenzo, protagonistas del momento, por nombrar algunas figuras de la elite.
Desde abajo fuimos asomando el hocico como perro debajo de la mesa, cuando nos tiraron huesitos los agarramos y alimentamos la ilusión de subir y subir, en la tabla de abajo, y casi sin pensarlo, en la que premia al mejor de todos.
Vivimos momentos duros y otros tantos placenteros. Nos tocó bailar con la más fea más de una vez que salimos de casa, donde fuimos de lo mejor. Vélez nos dio una lección de fútbol, Boca nos tiró una vez más la historia encima, Belgrano nos demostró que si no te cuidás y la sacás tarde, te comés el garrón. Central dejó en claro que si lo jodés en su propia casa, la vas a pasar mal, y llegando al final del túnel, te ves en las nubes viviendo un sueño, pero aparece un Tigre y te desgarra la esperanza, dejándote con poco y nada.
Pese a eso, no hay que quejarse, Atlético no es un nombre calificado en esta cosa de mostrar la chapa en la fiesta grande, y demasiado se hizo teniendo uno de los planteles con menor presupuesto de la categoría. Hay que agradecer a los jugadores y a este plantel por el corazón y la pertenencia que tienen por los colores, y por permitirnos soñar con algo nuevo.
Ese sueño, fue lindo mientras duró.