NOVEDADES

12 noviembre 2013

LA NÁUSEA DE CORVALÁN


12 noviembre 2013

“Corvalán vive en un mundo sin sentido. Lo asombra comprobar que los buenos hinchas del cilindro no adviertan aspectos de la “realidad” que para él son tan evidentes. Un alejamiento profundo lo distancia de todo lo que lo rodea y, finalmente, lo distanciará del equipo mismo donde está trabajando. Racing dejará de interesarle y abandonará su ficticia o engañosa vocación de jugador”.

Ah, perdón, me equivoqué. Eso era la náusea de Sartre. La “náusea” de Corvalán es la que obligó a Mostaza Merlo a arrancarlo de cuajo de la formación. Y nuestras náuseas son las mismas que venimos padeciendo con la presencia de un jugador que le arrebató no menos de veintiún puntos a nuestro equipo. Y tal mamarracho desencadena, como inexorable dominó, otros brotes epidémicos de mamarrachos que condenan a un paciente que mostraba signos de mejora: jugadores que, asombrados, no reaccionan y quedan embelesados por el balón y descuidan a quien dará la estocada final. Un chino que empuja al árbitro para aprovechar los escasos segundos de vida y que no es expulsado porque porta apellido.

Mi bienquisto prócer mostaza: Te suplico envíes a Corvalán a Alfa Centauro. No lo quiero de titular, no lo quiero en el banco, en Racing ni en el sistema planetario que orbita al sol. Tengo las gónadas del tamaño de un búfalo en celo. No hay muleta que valga ni respaldo que lo contenga. Corvalán es un goleador inexorable: te asegura un tanto en contra cada dos partidos.

No hace falta agregar mucho más ni tengo ganas de analizar algo incuestionable. Otro habría sido el cantar si este muchacho no agregaba otro blooper a su lista interminable de horrores futbolísticos. Juguemos con uno menos pero que el contrario no tenga doce. Que hubo mala suerte… quizá. Que el resto no estuvo al nivel de partidos anteriores… puede ser. Que los goleadores no tuvieron puntería… probablemente. Pero lo de Corvamal es patético e inexplicable.

Y me despido con una anécdota familiar: Tenía que encargarme del asado del domingo. Encargué la carne con anticipación. Me levanté temprano para conseguir morcilla vasca y salchicha parrillera. Gasté una fortuna en mollejas y quebracho. Le mangueé diarios al vecino y dos cajones al verdulero. Tempranito encendí el fuego y limpié la parrilla. Como mi cuñado estaba al pedo le dije que salara la carne. A pesar de la lluvia, a las trece el asado estaba a punto y tenía un aspecto exquisito. Mi mujer se llevó un bocado a la boca: “Esto está incomible, da náuseas. Te fuiste a la mierda con la sal”, me dijo por lo bajo. Lo miré a Claudio, mi cuñado, y le dije: “Sos un pelotudo, me cagaste el asado”.

Por lo menos así lo siento yo. 
ADELANTADO ACADÉMICO
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