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Podría hablar de táctica. Decir que Bianchi no le termina de encontrar la vuelta. Que el equipo no tiene una idea clara de juego. Que no se presiona en la salida. Que por momentos reina la desconcentración.
Podría hablar de preparación. Decir que a los jugadores se los ve mal físicamente. Que varios están rotos. Que los que no se rompieron tampoco vuelan. Que cuando quedan pocos minutos hay algunos que no pueden levantar las gambas.
Podría hablar de nombres. Decir que Caruzzo de lateral derecho es un invento que no me agrada. Que ver al Chiqui Pérez entre los 11 titulares y a Ribair sentado en el banco de suplentes me parece una locura. Que me cansé de ver al Burrito Martínez durante los 90 minutos mirando al piso, como si hubiese perdido la billetera. Que Ledesma no es el mismo. Que a Paredes le falta.
Podría hablar del Diez. Decir que Juan Román Riquelme volvió a brillar. Que lo que le falta de físico le sobra de inteligencia. Que inventó la primera amarilla para que el rival se quede con uno menos. Que motivó a Paredes en la semana, puertas adentro y en los micrófonos, para terminar depositándole toda la confianza en ese pase para el fierrazo del empate. Que mientras más de un hincha se enojaba porque no comprendía la demora para patear las pelotas paradas, Román estaba dibujando en su mente los dos goles que iba a hacer Boca.
Podría hablar del Cata. Decir que tiene unos huevos grandes como una casa. Que a pesar de tener un estilo más fino y arriesgado, el tipo volvió a ponerse la camiseta de Boca y en poco más de 10 partidos se transformó en el caudillo de la defensa. Que además de marcar, va al área rival y te hace ganar partidos.
Pero no. Hoy te voy a hablar de la hinchada, del Jugador Nro. 12. Porque yo estaba ahí, yo puedo dar fe. En el segundo tiempo, mientras se esfumaban los minutos y con ellos el campeonato y la copa del año que viene, la hinchada cantaba cada vez más fuerte. Salto, mano levantada, ceño fruncido, grito del alma, gargantas desgarradas y pulmones buscando aire.
Pero también estuvimos en la cancha, te juro. En la defensa, ayudando al Cata y a Pérez, para resistir las contras del rival. Y también nos fuimos al ataque para soplar el remate de Paredes y que entre al lado del palo.
Y en la última del partido nos metimos en el área. Los conté a todos, eran los diez de Tigre, los jugadores de Boca, y la mitad más uno del país esperando el centro de Román. Creeme hermano, yo estaba ahí. Y cuando vino el centro, éramos tantos que nos llevamos las marcas para que entre el Cata, solo, y la mande a guardar. ¡Qué golazo! Y mirá que esa jugada no la habíamos preparado en la semana. La emoción nos invadió, yo quería abrazar a todos, al primero que vi en el área fue a mi viejo, lo agarré y lo gritamos juntos. No era un gol más, porque el gol lo hizo Díaz pero nosotros también habíamos participado de la jugada. Y cuando terminó el partido vino Román, sí, Román, y nos agradeció a todos por el partidazo que habíamos hecho.
Ahora, si me disculpan, me voy a soñar con el campeonato. Porque esta hinchada se merece, se merece ser campeón.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO XENEIZE - @Roquelme