Hace 15 años Carlos Bianchi llegó a Boca para hacer historia. Y a
través de los títulos, las copas, los clásicos y las hazañas se fueron
formando los cimientos de su escuela. El bianchismo es sin dudas el
culto al equilibrio, al pragmatismo, a la inteligencia, a la simpleza y a
la motivación.
El Virrey agarró las riendas de este
extraño Boca a principios de año y en un primer semestre agitado se
pudieron ver pequeños esbozos de su sólido estilo en los duelos de Copa
ante Corinthians y Newells. No mucho más. En el segundo semestre el
pueblo xeneize confiaba en ver plasmado en la cancha el verdadero "Boca
de Bianchi".
El inicio del torneo no era nada bueno, se
alternaban buenas y malas pero no se terminaba de lograr esa
regularidad que pregona su escuela. Las derrotas contra Newells,
Estudiantes y Olimpo generaban más dudas que certezas. Pero más temprano
que tarde el equipo empezó a marcar un rumbo. Enormes victorias ante
Racing, Vélez y Quilmes, cierta solidez defensiva, y un triunfo más en
el clásico, parecían encaminar a este equipo. Las chances de campeonar
estaban intactas y la ilusión volvía a invadirnos a todos.
Pero
hace una semana otra vez las dudas, otra vez el planteo mezquino, la
falta de concentración y la irregularidad. Este domingo el destino decidió
darnos una nueva chance y otra vez la dejamos pasar.
El
manual bianchista dice textual: "Los centrales serán rústicos, rápidos,
fuertes, malos y caudillos, mas los laterales serán ágiles,
inteligentes, de buen pie y con proyección". Sin embargo el propio autor
de esta corriente táctica decidió poner a Caruzzo y Cata Díaz de
laterales y revivir a Burdisso para cubrir la cueva. ¿Por qué Sánchez
Miño y Méndez no ocuparon los laterales? Vaya uno a saber... Los
resultados se vieron en la cancha. Por otro lado, la teoría del Virrey hace hincapié
en que un partido que se va ganando hay que cerrarlo, hay que bajarle la
persiana, se termina. Sin embargo, las últimas fechas dejamos
escapar las dos victorias parciales, regalándole la pelota al rival y
metiendo el equipo atrás. Los resultados fueron dos empates y el adiós
al campeonato. El capricho del Burrito Martínez, cambios extraños, la
falta de actitud en el arranque de los partidos y el desorden general
tampoco se condicen con la teoría bianchista.
Quién no sueña con dar otra vuelta olímpica con Bianchi en el banco, y con Cata, Gago y Román en
la cancha. Pero para alcanzar la gloria es necesario volver a tomar ese rumbo, recuperar esa
filosofía, esa escuela que nos llevó a ser los más grandes del planeta. Y
qué mejor que su propio maestro para recuperar el equilibrio.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO XENEIZE - @Roquelme