Puede uno cambiar de pareja, de nacionalidad, la inclinación sexual, volverse ateo o modificar su ideología política pero hay algo que nunca se modifica: el club de sus amores. Es una vieja frase del acerbo popular que inmortalizara Francella en el “Secreto de sus ojos”. Pero, por lo visto, esto no se conjuga en los círculos de poder los cuales solamente adoran el dinero e improvisan imperios a costes de la aniquilación de la fidelidad y devoción de hinchas honestos y sufridos.
Es tan amarga y desoladora la información que poseo que desisto en publicarla ¿Por qué? Porque conozco mi hinchada, mis pares, mis amigos y sé que más de uno se pondrá a llorar como lo hice mientras miraba el partido frente a Belgrano, consciente del perverso trasfondo que rodea a nuestra querida institución.
La feroz interna dejó despojos que emanan un tufillo que atrae buitres de todos los colores… menos celestes y blancos. Estamos inmersos en un presente oscuro, en caída libre, sin redes ni paracaídas. E inútil será que reverdezcan los retoños si las raíces están podridas.
Esta semana me reuniré con gente que quiere a Racing y desea su purga y sanación. Gente que desde hace décadas lucha contra las maquinarias de la hipocresía porque anhela como yo que nuestro club vuelva a ser grande como supo serlo.
No quiero tirar más pálidas criticando a todos los chivos expiatorios que cumplieron una injusta condena o fueron ingenuos títeres de turno. Espero, en breve, tener entre mis manos un hálito de luz y poder comunicar alguna buena nueva que ilumine nuestro negro sendero.
¡Vamos la academia, carajo! Hijos de puta, abstenerse.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ACADÉMICO
