Un día Carlos Bianchi decidió dejar de lado a los peso pesados que tenía el equipo y lo eligió a él: "Vos vas a ser mi 9, pase lo que pase". Esa apuesta del pelado le alcanzó a aquel jugador para dejar de ser una promesa y convertirse en una realidad; para dejar de ser un delantero y transformarse en un goleador.
Este titán del área hizo la diferencia con la cabeza. No solo a fuerza de testazos de todos colores, sino a través de su inteligencia, garra, concentración y entrega para jugar cada partido.
Más adelante vendrían los títulos, los goles involvidables, las hazañas contra las gallinas, los récords y la gloria.
Pasaron más de 15 años para que llegara a Boca otro delantero lleno de ganas, con un puñado de goles importantes y con la paciencia necesaria para esperar su oportunidad.
Otra vez fue el Virrey el del ojo clínico, y el que decidió desafectar del plantel a atacantes con más humo que goles, para darle una chance.
De a poco, y a fuerza de goles, se va transformando en una realidad.
Parece sobrarle entrega, garra y concentración.
Más adelante quizás lleguen los títulos, los goles inolvidables, las hazañas y la gloria.
El final de esta historia no está cerrado. La garantía es nada más y nada menos que Carlos Bianchi, que sobre goles la sabe lunga.
Ojalá algún día le contemos a nuestros nietos la historia de "los optimistas del gol".
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO XENEIZE - @Roquelme