En el primer tiempo, Quilmes me encantaba, pero me encantaba en serio. Me gustó la forma en que metía, cómo trataba la pelota y presionaba sin dejar jugar a Newell's. Creo que fue el mejor Quilmes que se vio en todo el torneo, con chances de gol, juego asociado y garra. Miraba el partido y no lo podía creer pero estaba contentísimo. Todo pintaba bien… hasta que aparecieron los idiotas.

Cuando el equipo mejor jugaba, los de siempre empezaron a pudrirla innecesariamente, colgándose del alambrado y tirando bengalas al campo no una, no dos. Cinco veces. Yo no puedo creer cómo pueden ser tan pero tan cortos, tan no hinchas de Quilmes sino cavernícolas egoístas, como para enfriar el partido cuando su equipo es bastante más que, nada menos, el puntero. Disturbios, partido demorado, peleas entre jugadores y desgraciados; reanudación del juego, Quilmes ido y desconcentrado, gol de La Lepra. La impotencia de ver cómo nos habían llegado dos veces, jugando mal, y la clavaron. La bronca de saber que aunque los jugadores son los que se comen las puteadas, los responsables de que el equipo se fuera al tacho, eran otros.

Chau al primer tiempo con mucho malestar y desde el banco se equivocaron los únicos que faltaban: los del cuerpo técnico. En vez de seguir por la senda que transitábamos, yendo al frente, asfixiando; arrugamos. Nadie entendió el ingreso de Morales por Hipperdinger en el entretiempo, un despropósito reforzar el medio y debilitar la delantera cuando se venía bien en ataque y había que perseverar eso, sabiendo que se estaba un gol abajo. El segundo tiempo fue totalmente distinto. Newell's tranquilo con la ventaja demostró jerarquía y nosotros estábamos para el cachetazo. Terminamos con tres delanteros cuando ya no servía, sumando gente pero no creatividad. Fue 2 a 0 que no terminó en goleada porque el fútbol es raro. 

Estoy cansado de perder, estoy cansado de no levantar cabeza y encima, como si fuera poco, de no entender por qué se hacen tantas cosas sin lógica en todos los frentes, desde las decisiones técnicas y actuaciones deportivas hasta las siempre irritantes vergüenzas de los que no tendrían que poder entrar más a la cancha.

¿Hasta cuándo?