Y no es de un partido a otro: esa falta de constancia también se refleja en un mismo cotejo. Después de un primer tiempo bueno, con presión, tenencia de pelota y ataque constante, parecía que el resultado no podía ser otro que la victoria, pero no fue así. El equipo cambió completamente cuando salió a jugar la segunda parte, le cedió la pelota al rival, dejó el protagonismo y renunció a atacar. Algo poco lógico que nadie se imaginaba que podía llegar a pasar. Y así llegó el empate.
Párrafo aparte para los arbitrajes. Generalmente no escribo sobre los fallos de los árbitros, porque cualquiera se puede equivocar, pero esto ya es, como mínimo, sospechoso. En cinco de las siete fechas jugadas, River fue perjudicado por malos arbitrajes, que vienen sucediendo desde la primera fecha y parece que no van a parar. Y no son faltas en la mitad de la cancha, sino que son decisiones que cambian el resultado de un partido: en este caso un offside enorme del jugador que luego haría el gol, siempre inhabilitado, sin lugar para la confusión. Son decisiones que te sacan puntos, y que curiosamente nos pasan seguido.
Pero no nos podemos excusar en un arbitraje. River no puede ganar bien dos partidos seguidos, ni mantener un ritmo de juego durante noventa minutos, y eso preocupa. Los campeones deben ser constantes y ese es el objetivo si pretendemos serlo. No se pueden dejar pasar más puntos si queremos pelear los dos frentes, y no nos podemos dar el lujo de elegir uno solo. No logramos hilar buenas actuaciones, y es para preocuparse.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO MILLONARIO - @Gaspar_L
