Pasó el fin de semana, se fue el partido y no dejó nada. Bah,
nada muy positivo, porque en realidad sí dejó preocupaciones en cuanto al
desempeño y comunicación del equipo.
Quilmes estuvo desconectado del partido y desconectado consigo
mismo. De mitad de cancha hacia abajo, una desprolijidad total, tanto que si no
perdimos por más goles fue un poco por fortuna, y otro tanto por la gran
actuación -nobleza obliga- de un Peratta que empezó a rendir en nivel de
arquero titular y salvó un par de situaciones con destino de red. De la mitad
para arriba, era otro equipo totalmente distinto. El Cervecero proponía y metía
actitud, repleto de ganas aunque muy desordenado, pero no alcanza solamente con
empuje y la falta de claridad, se sufre. Así y todo parecía que podría llegar
un gol, pero no. La única conexión entre el Quilmes en defensa y el Quilmes en
ataque, fue que los dos metían miedo; lástima que más asustaba el de la defensa
y era a nosotros mismos.
De esos miedos llegó el gol de la visita: irresponsabilidad
cerca del área, tiro libre ejecutado de manera excelente, y a otra cosa. Desde
ahí en adelante, se jugó el partido que Arsenal quiso y no hubo forma de
doblegarlos. Tal y como les gusta, jugaron con el resultado puesto, regulando,
dejando que controlemos la pelota, demostrando que tenerla más no es ser mejor,
esperando alguna chance para liquidar de contra. En resúmen, los del Viaducto
jugaron como siempre. Siguen oportunistas, siguen explotando la pelota parada,
siguen haciendo tiempo excesivo. Terminamos perdiendo contra lo predecible de
un equipo que con poco y haciendo exactamente lo que sabíamos que iba a hacer,
nos superó bien.
Da bronca que se haya cortado la buena racha de local, pero
creo que más molesta sentir la típica calentura de cuando primero te advierten
algo y después, cuando te la das contra la pared, te dicen "te lo
dije".
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO CERVECERO - twitter.com/adrian28qac