Llegó a casa abatido luego de la derrota del globito, en la tele están los Martín Fierro, frente a ella, mi señora lagrimea escuchando el discurso de un viejo horrendo. Preguntó casi con ingenuidad qué hay para morfar y me dice “nada, mejor pedimos pizza”.
Malhumorado, despojado del control remoto y con más hambre que el chavo del 8, me siento a escribir estas líneas mientras pienso y me recrimino, una vez más, por qué espere tanto por este primer partido.
En menor medida creo que hay una cuestión general que pasa cada vez que se para el fútbol y que está relacionada con los medios de comunicación. Como no hay noticias significativas se llenan horas de radio y miles de líneas en diarios e internet con listas de nombres que podrían ir de un club a otro. Todo ese circo es pura especulación, billetin y casi nada de información. Me embola profundamente todo el tema del mercado de pases y pido a gritos que vuelva el fútbol, en cualquiera de sus manifestaciones.
Ahora bien, dejando de lado está cuestión general, el motivo verdadero de estas ansias por ver al globo radican en esa necesidad de sentir la particular mezcla que produce Huracán. Es como cuando te encentras con un amigo de toda la vida después de mucho para tomar una birra. Lo ves, te abrazas, recordas viejas anécdotas, pero cuando te empieza a hablar de él, te cuenta que está hecho mierda y que le vienen pasando todas cosas jodidas.
Esa sensación agridulce que mezcla la alegría de volverlo a ver, con la contradicción de saber que la está pasando mal es lo que genera Huracán, que hace rato que no tiene un buen momento, pero que el solo hecho de verlo, ahí, en vivo, nos genera la ilusión gigante de poder salir adelante.
¿Qué hace un gomia cuando un amigo está mal? Pone el pecho, banca la parada y le da aliento para salir del pozo. Aunque Ferrero se haga goles en contra, aunque los pibes estén tiernitos, aunque las incorporaciones no sean las esperadas, nosotros vamos estar ahí, tirando para adelante, alentando, haciendo lo que hay que hacer por nuestro querido viejo amigo, Huracán.
Por eso, ahora que la tele está apagada y mi panza llena no veo la hora de que llegue el martes, para poder volver al Ducó y abrazarte con esta ilusión.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO QUEMERO - @1mtrQuemero
ADELANTADO QUEMERO - @1mtrQuemero
