Sacado, furibundo, el otrora virrey del riachuelo, Exclamó: “¡Metanlé, mierda! ¡Metanlé que son cancheros!” Y sus lacayos respondieron a discreción, repartiendo coces por doquier como salvajes potrillos. La consigna era lastimar físicamente, porque de fútbol heridos de muerte estaban.
No pretendo exagerar pero creo que hubo alrededor de veinticinco infracciones contra tan sólo siete de parte de nuestros “cancheros”. Vértigo contra intolerancia, habilidad versus agresión. Racing frente a soberbios partenaires devenidos en grotescos fantasmas de lo que nunca fueron.
Es que nuestros pibes sacaron de quicio a todo pintado de azul y oro que se cruzaba por el rápido césped. Creo que nunca pudieron verles los rostros, tan sólo espaldas que se perdían en el horizonte de cal mezclándose con el desenfrenado júbilo que enmarcaba una noche única, irrepetible. Es que, además, la ausencia de público visitante convirtió la fiesta en algo hogareño, como en un viaje en el tiempo, largas décadas atrás, cuando la familia racinguista unida festejaba a lo tano. Creo que nunca vi al público racinguista tan feliz.
Es que el espectáculo parecía diagramado meticulosamente. Inclusive, el ingreso del acrobático fantasma de la “B” durante la cruzada del verdugo chino antes de ejecutar a Ustari. Tan simpática e inocente fue la aparición en escena, que los efectivos de seguridad no parecían muy entusiasmados en atraparlo. Parodiando una burda persecución, dejaron que realizara su cometido y que, después de la pirueta, se escabullera entre la guardia imperial levantándole el pulgar a los canas.
Y en mi caso, como en un amplio porcentaje, no se trata de disfrutar la desgracia ajena deste enclenque equipo del virreinato del riachuelo ni del latente descenso de nuestros vecinos. Se trata de que, finalmente, se hace justicia. Ya que la balanza inclinada por una autoridad genera violencia y hasta desvirtúa un deporte que se convierte en odios enquistados y venganzas de Montescos y Capuletos. No me canso de repetir: décadas atrás, la hinchada racinguista festejó la primer copa libertadores del rojo y la hinchada del rojo aplaudió el regreso del primer campeón del mundo. Empero, beneficiando a unos y perjudicando a otros, la AFA se encargó de quebrar amistades y generar violencia aboliendo el divertido “folklore” del fútbol.
Fueron dos goles, podrían haber sido cuatro o cinco (por supuesto, la infaltable cagada de Corvamal casi empaña la fiesta). Y, salvo Pillud y el mentado Corvamal, el equipo descolló. Con las destacadas actuaciones de todos los pibes, del pulpo y el insuperable chino (no te vayas nunca). Y llegando al final del campeonato sólo resta preguntarnos: ¿Por qué fuimos tan irregulares? Y creo que la respuesta es que nuestras estrellas aún no maduraron y sólo pudimos disponer de todas ellas en pocos partidos. Si Lucho se va, nos deja un espléndido legado pero mi deseo es que continúe dirigiendo a tantos “cancheros”.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ACADÉMICO
