Quizá fue un espejismo, tal vez la paranoia o el típico: “Quien se quema con leche ve una vaca y llora”. Pero, sinceramente, me parece más de lo mismo y el lindo gatito de la semana pasada que regalaba goles como tirándole pétalos de rosa a los reyes de copas, este sábado se convirtió en tigre de Bengala. Acaso el team de Victoria fue víctima del efecto Pokémon y evolucionaron de gato enclenque a temible felino. Sin embargo, estoy convencido de que contra los vecinos el tigre se disfrazó de pantera rosa y la careta la garpó el padrino.
Es que en este entorno tan viciado, toda sombra parece un asesino serial. Como cuando tenés que entrar el auto en el garaje a las tres de la madrugada, pedorrea una moto a lo lejos y te da un vuelco el corazón. O el hijo del vecino aparece en escena doblando la esquina con la visera en la nuca y te manchás los calzones. Todo me parece dudoso. Es el cuento del pastor y el lobo. Miente, miente, algo quedará. Y lo que queda es la paranoia. La incredulidad o, en el mejor de los casos, el escepticismo. Es que después de ver, la semana pasada, un pusilánime matador con zarpas ocultas y errores infantiles, el Tigre del sábado fue, literalmente, otro equipo.
Nada tengo contra el team de Victoria, al cual le robaron el campeonato ganado por el granate. Simplemente, me remito a que el cántico: “¡Grondona hijo de damisela concurrente a mancebías!” Está haciéndose popular ante la descarada evidencia con que manipula cada encuentro. Y desta forma, como vengo diciendo, el fútbol va perdiendo sentido. Salvo que la ingenuidad y la ceguera (sobre todo de los hinchas de equipos grandes) acepten que este deporte sea un filme de ciencia ficción o una parodia berreta de lo que supo ser. Y si ser grande es pertenecer a una elite de deformadas imágenes especulares, prefiero pertenecer al otro de carne y hueso y existir. Estoy harto de las películas de Frankensteins, muertos vivos o vampiros.
“Hace veintitrés fechas que no nos dan un penal”, expuso Zubeldía. Muchos desconocen que la academia salió campeón en los sesenta sin siquiera uno solo a favor. Y todos olvidaron la infinidad de penales que les regalan a los “grandes del buen humor”, el plano inclinado y la chancha y los veinte para que la mentira siga rodando y acumulando historia y campeonatos de papel maché.
Es verdad, debo comentar sobre el encuentro Racing-Tigre, pero harto difícil se torna escribir sobre el agua y permanecer ajeno a un entorno corrupto, donde los naipes están marcados y el destino prefijado. Si el fútbol argento continúa descarrilado poco sentido tiene comentar verdades sobre mentiras. Lo peor es que uno se vuelve paranoico y ya no discierne entre errores arbitrales o mala leche. Y después se quejan de la violencia en el fútbol… cuando la mayor agresión proviene de la AFA.
Lo que puedo añadir respecto del encuentro del sábado fue que ligamos y esta vez se nos dio. Que se notó demasiado que Pillud y Corvalán jugaron aceptablemente y que el chino volvió a ser el de antes. Que el pulpo, Ortiz y Fariña levantaron el nivel. Que De Paul dejó de ser un proyecto para convertirse en una versión refinada de Centurión. Que Zubeldía demostró que siente la camiseta y la gente lo reconoció dedicándole un aplauso. Que fue un encuentro electrizante, de ida y vuelta y que estamos dentro de la sudamericana…
Pero, repito, cualquier relato épico carece de sentido con una puesta en escena de “Cabaret”, música circense y caballos de calesita. Creo que es hora de blanquear y cambiar “Fútbol para todos” por “Titanes en el pasto” y que dirija William Boo.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ACADÉ
Es que en este entorno tan viciado, toda sombra parece un asesino serial. Como cuando tenés que entrar el auto en el garaje a las tres de la madrugada, pedorrea una moto a lo lejos y te da un vuelco el corazón. O el hijo del vecino aparece en escena doblando la esquina con la visera en la nuca y te manchás los calzones. Todo me parece dudoso. Es el cuento del pastor y el lobo. Miente, miente, algo quedará. Y lo que queda es la paranoia. La incredulidad o, en el mejor de los casos, el escepticismo. Es que después de ver, la semana pasada, un pusilánime matador con zarpas ocultas y errores infantiles, el Tigre del sábado fue, literalmente, otro equipo.
Nada tengo contra el team de Victoria, al cual le robaron el campeonato ganado por el granate. Simplemente, me remito a que el cántico: “¡Grondona hijo de damisela concurrente a mancebías!” Está haciéndose popular ante la descarada evidencia con que manipula cada encuentro. Y desta forma, como vengo diciendo, el fútbol va perdiendo sentido. Salvo que la ingenuidad y la ceguera (sobre todo de los hinchas de equipos grandes) acepten que este deporte sea un filme de ciencia ficción o una parodia berreta de lo que supo ser. Y si ser grande es pertenecer a una elite de deformadas imágenes especulares, prefiero pertenecer al otro de carne y hueso y existir. Estoy harto de las películas de Frankensteins, muertos vivos o vampiros.
“Hace veintitrés fechas que no nos dan un penal”, expuso Zubeldía. Muchos desconocen que la academia salió campeón en los sesenta sin siquiera uno solo a favor. Y todos olvidaron la infinidad de penales que les regalan a los “grandes del buen humor”, el plano inclinado y la chancha y los veinte para que la mentira siga rodando y acumulando historia y campeonatos de papel maché.
Es verdad, debo comentar sobre el encuentro Racing-Tigre, pero harto difícil se torna escribir sobre el agua y permanecer ajeno a un entorno corrupto, donde los naipes están marcados y el destino prefijado. Si el fútbol argento continúa descarrilado poco sentido tiene comentar verdades sobre mentiras. Lo peor es que uno se vuelve paranoico y ya no discierne entre errores arbitrales o mala leche. Y después se quejan de la violencia en el fútbol… cuando la mayor agresión proviene de la AFA.
Lo que puedo añadir respecto del encuentro del sábado fue que ligamos y esta vez se nos dio. Que se notó demasiado que Pillud y Corvalán jugaron aceptablemente y que el chino volvió a ser el de antes. Que el pulpo, Ortiz y Fariña levantaron el nivel. Que De Paul dejó de ser un proyecto para convertirse en una versión refinada de Centurión. Que Zubeldía demostró que siente la camiseta y la gente lo reconoció dedicándole un aplauso. Que fue un encuentro electrizante, de ida y vuelta y que estamos dentro de la sudamericana…
Pero, repito, cualquier relato épico carece de sentido con una puesta en escena de “Cabaret”, música circense y caballos de calesita. Creo que es hora de blanquear y cambiar “Fútbol para todos” por “Titanes en el pasto” y que dirija William Boo.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ACADÉ