Y llegó el día que jugamos contra, tal vez, el máximo exponente del hincha de su hinchada. Esa enfermedad que tienen los equipos “grandes” cuando no ganan mucho, o no ganan, para seguir sintiéndose vivos. Eso que llaman folklore, pero que ya se vuelve lo único reconocible en su club.

“Pero si llenamos todas las canchas”. “Llenamos 2 canchas a la vez”. “Tenemos la bandera más grande, larga y gruesa que existe de un club, con colores que no tienen el negro”. “Todos los hinchas famosos son de Racing” (prefiero que Mirtha Legrand no diga que es de mi equipo). “Tuvimos el día que más papeles tiramos” y en esta me detengo. ¿Más papeles tiraron en un día? Si lo buscan por Internet, lo van a encontrar. ¿Quién lo midió? ¿El INDEC? ¿Tenían un papelómetro que permitía realizar esa cuenta? Con esta me sorprenden.

Esto, que yo me atrevo a llamar “la racinguización del fútbol”, se está transmitiendo en todos los clubes grandes, que sin decir que no están ganando, se dedican a festejar otra cosa: Boca en este momento (mis amigos solo suben fotos de la hinchada en Facebook, y se olvidan que hace 12 que no ganan en su peor racha). River cuando se iba a la B, etc. No esta mal ir a la cancha, pero cuando te pregunto de fútbol, no me contestes con datos de tu hinchada.

Y bueno, llegaron al Viaducto, y le demostramos que su nuevo clásico ya tiene papá. Jugamos un excelente partido, con momentos de muchos toques de primera. Tuvimos situaciones y no dejamos que tengan ninguna. Un 10 para los jugadores, un 10 para Alfaro, ¡un 10 para la hinchada de Racing!

Y para peor, que si Independiente no desciende, van a tener que seguir esperando para festejar algo.