El más grande del Sur no pudo pasar del empate en cero ante Olimpo en Bahía pese a haber malogrado un penal a favor, dejando pasar de esta forma, su última posibilidad de mantenerse vivo en la lucha por el retorno a la Primera División. Si lo tenía que patear el 9 cerrando los ojos y levantando pasto, o el 10 con todo su talento, colocándola suavemente en el ángulo, o el 2 con un puntinazo fuerte al medio… ya nada de eso sirve, más que para lamentarse.
Argumentos para que un arquero no patee un penal, probablemente encontremos en todos los manuales del fútbol habidos y por haber, eso no es ninguna novedad. Aunque, de fútbol estamos hablando, y ya con eso basta para desarticular todos y cada uno de esos fundamentos: en este deporte nada está escrito ni viene en forma de recetas mágicas, y sino pregúntenle al Diego del 86, al Garrafa (D10S) del 2001 o bien, al Banfield Campeón del Apertura 2009.
Cierto es que se dilapidó la última chance de pelear por el ascenso. Cierto es que ayer el pitazo final se encargó de sentenciar nuestra estadía en ésta maldita categoría al menos por un año más. Cierto es que no lo merecemos, que no lo buscamos, y que le pusimos el pecho a la situación para salir de la misma lo antes posible.
La primera pregunta que cualquier persona se plantea frente a un escenario como éste es: ¿Y ahora? Resultaría muy fácil y cómodo sentarse, encender un cigarrillo y dejar fluir toda la bronca e impotencia generada por los resultados de estos meses y comenzar a escribir en forma aristocrática con el “diario del lunes” bajo el brazo.
Más fácil aún, sería señalar, enjuiciar y responsabilizar a los jugadores, al cuerpo técnico pasado, al actual, y a los dirigentes por no haber sabido encontrar el éxito en forma instantánea en un club que hasta hace unos meses, estaba más cerca de la quiebra institucional que de salvarse del descenso, producto de épocas en las que el vaciamiento institucional fue moneda corriente y en forma despiadada por parte de unos pocos sinvergüenzas que se robaron hasta la alegría del hincha, llevándolo hasta este agujero en el que nos hallamos hoy.
Que fácil sería llenar de mediocridad, línea por línea, ésta humilde columna hecha por y para el hincha genuino, el cual bien entiende que la culpa no fue de los nocivos doce pasos, sino de todos aquellos que nos arrastraron descaradamente a depender de ellos para mantener nuestras esperanzas por retornar a un lugar que nunca hubiésemos abandonado, de no ser por su siniestro accionar.
Desde el terreno futbolístico ni todo lo que se hizo estuvo mal, ni todo lo que se deba hacer de aquí en adelante debe ser tal cual. Aprender de los errores cometidos y traerlos a nuestra memoria constantemente para evitar repetirlos en el futuro, esa debe ser la piedra fundamental. Entiendo que de eso se trata este momento tan particular: de parar la pelota en medio de la ansiedad para reforzar aquello que viene saliendo bien, así como también para corregir lo que no.
Así Banfield probablemente logrará resurgir luego del enorme daño que le causaron: con dirigentes representando las necesidades y los deseos del socio y llevándolos a la acción, con jugadores y un cuerpo técnico a la altura de las circunstancias y, como siempre, con su gloriosa gente, con ese 70% del sur que incesantemente, semana tras semana, ocupa su lugar en el Lencho para apoyar y alentar al más grande.
De algo podemos estar seguros: hoy no fueron los doce pasos los que decretaron nuestra permanencia en la B Nacional, sino que tan solo es el resultado de años de gestión Anti-Banfield que aún seguimos pagando y con creces.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO TALADRO - @juan_amorin
