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18 abril 2013

LA PAPA DEL PAPA


18 abril 2013


Hola, efusivos lectores de 1mtrA. Yo de nuevo. Tratando de conseguir la entrevista con Messi. Ya saben. Escribo apurado porque en este lugar no me dejan mucho tiempo para usar la computadora. Hay veces que me desanimo, aunque en la escuela de Niembro y Araujo me enseñaron que un periodista nunca debe aflojar. También me enseñaron a hacer lobby permanentemente y acomodarte con el que te convenga. También me enseñaron a inflar jugadores para llevarte una cometa cuando los venden. La verdad es que me enseñaron de todo, hubiera estado bueno charlar de fútbol también, pero bueno, no se dio.

La nota con Lio está al caer. Cuando zafe de unos quilombos que estoy teniendo, sale seguro. Ya me hice amigo de un seguridad de la Masía, de ahí a Messi hay sólo un paso. Además, no saben el favorazo que le hice. El tipo se me acercó la otra tarde cuando me rebotaron los patova del Barça por decimoquinta vez. Volvía a la pensión cuando se me acercó Wilmer, un simpático colombiano que tenía muchas ganas de charlar. Me contó que hacía rato laburaba ahí, que no lo había visto porque el ya había ascendido a jefe. Eso explicaba lo mal vestido que estaba y el olor que tenía, es obvio que si sos jefe hacés lo que querés. Cuestión que me propuso un trato: él me conseguiría la nota con Lionel si yo aceptaba hacerle un favor. 

La cosa es que Wilmer resultó amigo íntimo de Messi, y estaba encargado, según me dijo, de hacerle llegar al Papa la camiseta 10 culé del crack. Él no la llevaba por el laburo y la importancia de su puesto, no podía dejar la Masía. Imagínense mi ansiedad. Pero como no soy boludo le pedí una prueba, porque hay mucho chamuyero dando vueltas. Ahí nomás sacó una foto y me la mostró: eran muchos pibes alrededor de una torta con una vela con la forma del número 5. “¿Ves? Ese de atrás es Lio” dijo señalándome la nuca de un niño que indudablemente era Lionel. “Cambió mucho”, agregó. Yo igual lo seguí estudiando. Le pregunté cuál era él y me dijo que era el que cumplía años. “También cambiaste”, le dije. Me puso cara de orto y no la seguí.

Esa misma noche salí con el bolso que me dio Wilmer directo al Vaticano, con todo pago (a propósito, los chicos de 1mtrA me siguen debiendo el giro). Un lujo, Wilmer me tenía preparado todo el asunto: tren a Milan, de ahí a Roma… Lo único, el bolso que me dio era medio pesado. “Es que además le mandó unos angelitos en yeso, es una pasión que Bergoglio y Lio comparten, una sorpresa, no desarmes el paquete”. Me imaginaba el momento: ¡conocer al Papa y viniendo de parte de Lio! Lo único, el delivery tenía que ser fuera del Vaticano, en otra dirección. “Es que Bergoglio y Lio son humildes, no quieren armar revuelo, por eso se lo tenés que llevar a lo del hermano de su monaguillo, que tiene un locutorio en las afueras de Roma”. Me resultó raro el procedimiento, pero Wilmer aclaró: "Ojo que la familia de ese pibe es muy adinerada, maneja el 70% del mercado de los locutorios en toda Europa". Ahí me tranquilicé, al fin me codeaba con el poder, después de esto me iban a llover contactos.

El viaje un placer, comí y dormí, algo que me gustaría hacer mucho más seguido. Llegué sin dramas, lo único, la valija pesaba una tonelada. Pesadas las artesanías. En un momento me hinché y quise acomodarlas. Abrí el bolso. Me emocioné al ver la camiseta, aunque me decepcionó un poco: era una imitación trucha de la nike oficial, y Messi apenas la había garabateado. Flor de amarrete, Lionel. La acomodé y rompí un poquito el paquete de las artesanías. Salió un polvito blanco. “Cagué”, dije y lo cerré, a ver si seguía rompiendo angelitos.

Llegué a Roma y fui directo al locutorio. Ahí un morocho como Wilmer me recibió con la mejor. Yo no hablo bien el italiano, entonces no entendí muy bien qué dijeron cuando les pregunté por Bergoglio y su monaguillo. Creí haberles caído bien, porque se reían de buena gana. Me dijeron que esperara un momento y se llevaron el paquete de los angelitos. Loco, pero se dejaron la camiseta de Lío tirada ahí. Yo les quise avisar, entonces me mandé para el cuartito de al lado y ahí los vi. Estaban pesando una bolsa llena de polvo blanco en una balanza enorme. “Aaaah, es yeso para hacer angelitos, no angelitos de yeso”, pensé.

Parece que algo ahí salió mal, porque me empezaron a gritar. Señalaban el peso y gritaban. Yo les dije que no hablaba italiano, quizás eso los confundió. Pero entonces el morochito que me atendió me dijo en perfecto castellano: “Aquí hay 2 kilos menos de lo que habíamos acordado”. Ahora estoy laburando para este locutorio. Dicen que me van a liberar cuando Wilmer mande el yeso que falta. Cuando les pregunto si después de eso voy a conocer al monaguillo de Bergoglio, otra vez se ríen, y hay buena onda un rato. Pero después me tienen cagando: cuando no estoy limpiando estoy atendiendo el locutorio. Igual, ni bien Wilmer pague me libero, mientras tanto les puedo escribir. Rapidito, claro, porque tengo mucho que laburar. ¡Hasta la próxima!

ADELANTADO INTERNACIONAL
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