¡Hola, amigos silenciosos de 1mtrA! Yo de nuevo. A veces
pienso que nunca tuve tan buenos jefes como los de la redacción de esta página.
Es que me bancan a pesar de que no consigno nunca la nota con Lionel. Yo les
voy a devolver con creces la confianza que me tienen. Espero que entonces me
paguen lo que me deben, porque la cosa está durísima acá.
Tal vez estén cansados de mis promesas, pero créanme que
esta vez estuve cerca. La verdad es que
aproveché mi viaje a Roma de la semana pasada para irme directamente de ahí a
Munich. Fue bastante fácil: ni bien logré que el hermano del monaguillo de
Bergoglio me soltara –no importa cómo lo conseguí, es largo y doloroso– saqué
pasaje. Pasaje al aeropuerto, porque la guita alcanzó para eso solo.
Di vueltas por la recepción pidiendo de a un euro para
llegar para el boleto. No había juntado ni 10 cuando se me acercó un tipo muy
raro, con una túnica blanca, un colgante extravagante y barba larga. En un castellano
clarísimo me dijo que notaba que yo estaba
en problemas. Lo miré de reojo y le dije que no había que ser adivino para
notar eso. Tenía puesto el mismo pantalón hacía diez días, una barba de 3
semanas y hacía rato que andaba sin bañarme, un vidente el tipo. Rachid me tranquilizó y me prometió
que me ayudaría. Según me dijo, tenía el don de materializar los deseos de la
gente. Me preguntó cuáles eran los míos. Después de dos horas de escucharme, me
dijo que no podía cumplir todo, especialmente lo del casino de 30 pisos en Las
Vegas con 25 conejitas como secretarias. Pero sí me podía ayudar con el pasaje
a Munich y con la nota a Lio. Ok, con eso ya arrancaba, el resto lo conseguiría
por mi cuenta.
Me pidió que anotara en un papel “pasaje a Munich”. Lo hice
y él lo tomó, recitó algo incomprensible, me lo devolvió y me dijo que
repitiera 3 veces “pasaje, ven a mí”. Así lo hice. Luego pasamos al tema Messi.
Me pidió una foto de él, en mi valija sólo encontré una de todo el equipo.
Rachid dijo que servía igual. La tomó, recitó y me dijo que tenía que repetir 3
veces “Lionel, dame la nota”. Lo estaba por hacer cuando tuve una duda. Se me ocurrió
preguntar qué pasaba si repetía otra cosa, por ejemplo “Lionel casáte conmigo”.
El tipo me miró raro, pero le aclaré que era una manera de decir. Entonces me
confirmó que, si hiciera eso, Lionel efectivamente me pediría casamiento. Aproveché y me saqué otra duda: “¿y si le pido nota a Xavi, que también está en
la foto?”. Rachid me dijo que también funcionaría, porque él había bendecido a
todo lo que había en la imagen. Y me explicó que ahora la foto era como esos
muñecos que pinchás para hacerle mal alguien. Ahora esa foto servía para actuar sobre
ellos, podía hacer lo que quisiera porque estaban en mis manos. Me sentí
poderoso, pero no deseaba más que hacerles notas a todos.
Luego de sacarme esas dudas, estaba por decir tres veces la
fórmula cuando un hombre agitado nos interrumpió y, en perfecto castellano por suerte, nos preguntó
si alguno de nosotros viajaba a Munich, pues tenía un boleto de más para
regalar. Rachid sonrió y yo metí primera y salí disparado, el check in estaba terminando en ese instante. “No te olvides de
repetir las palabras” gritó mi amigo desde lejos.Guardé la foto en el bolsillo y me las piqué. Más tranquilo en el avión, iba a repetir
3 veces la fórmula que me daría la nota con Lionel.
Todo iba a salir genial. Me ubiqué y no tardé en echarme una siesta de
aquellas. Me desperté a las 3 horas y me di cuenta que me había colgado con el
tema de repetir las palabras. Entonces saqué la foto del bolsillo. Estaba
arrugada, claro, me había sentado un rato largo ahí. “Pobres, espero no haber golpeado a ninguno, tengo que ser más cuidadoso”. Traté de alisarla en el
tablero que se usa para comer. Se cuarteó un poquito, pero bueno, nada grave. Temí
que eso afectara a los muchachos en algo, pero bueno, tampoco era un pinchazo, me tenía que calmar.
Estaba por decir las palabras cuando vino una moza divina y
me ofreció café. Acepté, era gratis. Tuve tanta mala leche que justo el avión
entró en un pozo de aire y la bebida se volcó en la foto. Casi todo el equipo
quedó chamuscado y manchado de marrón. Entonces me desesperé y pedí agua. La chica
acudió enseguida. Le eché un chorrito para borrar la mancha, pero con tanta
mala suerte que la foto se mojó demasiado y se empezó a borronear. Yo la froté, pero fue peor. Me empecé a preocupar, tanto que incluso olvidé repetir
las palabras. Sí recordé los secadores de manos de los baños, y me
llevé la foto ahí. Un poco de aire seco y por ahí la salvaba. Nada que ver. Al
primer chorro, que salió con inusitada presión, la foto se me rompió en 4. Otra turbulencia y me caí
sobre el inodoro con tanta mala leche que apreté con el codo la cadena y los
pedazos de la foto se fueron por el caño, hacia el mismísimo firmamento. Imagínense mi
desesperación.
Lo demás es anécdota. Repetí para mí mismo “Lionel dame la
nota” 3 veces, pero ya sin convicción. Llegué a Munich, fui hasta el estadio y no,
no hubo caso. Para variar, me rebotaron. Después vi el partido por tele, de
parado mientras comía un pancho. Raro, lo del Barça: parecían doblados, quemados, los que no arrugaban parecían rotos o perdidos… Sentí algo de culpa. Ya van a levantar. Si me vuelvo a cruzar a Rachid
le voy a pedir que les de una mano. ¡Hasta la próxima!
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