El equipo trasmite poco en la cancha. Cuando llegó Caruso, todos sabíamos a qué íbamos a jugar. Es lo que se está planteando partido tras partido. Un equipo corto que defienda y, arriba vemos qué pasa.
No sé qué tanta culpa tenga Anangonó que no hace nada. ¿Qué más puede hacer? No recibe una clara (también, las no claras que recibe no las hace muy bien que digamos), y así nunca va a poder aportar peligro.
Igual, uno soporta que el equipo juegue así, siempre y cuando se defienda bien. Lo que pasa es que si cometemos errores sistemáticos de mitad de cancha para atrás es imposible dar vuelta la cosa. Es más, jugando así hasta Independiente nos ganó. Y no nos ganó porque son superiores ni porque jugaron mejor. Ganaron porque les dimos un penal innecesario y porque a la salida de un córner de ellos se la devolvimos.
Después de que empatamos (¡qué golazo que clavó Lenis!), el partido estaba para terminarlo. Nadie podía levantar la cabeza (ninguno de los 22, no me creo que estábamos para ganarlo), pero las ventajas que damos nos hacen ver otra vez la tabla del descenso y empezar a rezar.
El rezo es porque ninguno de nosotros tiene ninguna esperanza en el equipo. Eso es lo que más duele. Uno no ve que el equipo pueda dar vuelta esta situación. Encima que los jugadores no son buenos, se hacen expulsar y la dirigencia deja ir a otros 3. Así es imposible.
Por eso, ahora hay que alentar a los rivales de Independiente: Quilmes, San Juan y Unión… Y San Lorenzo que no está lejos, porque por parte nuestra, estamos muertos… Solo un milagro nos despierta… No sé si ese milagro es Caruso Lombardi, pero si el milagro tiene un nombre, tiene que ser el de Ricardo, porque de los jugadores no se puede esperar mucho más que los errores y la vergüenza que nos hacen pasar…
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO BICHO.- @patur131