Esta columna no
requiere de ningún rigor científico, ni periodístico. No exige coherencia con
lo antes dicho, tampoco un hilo conductor que se traslade semana a semana. A
decir verdad, estas líneas, tan parecidas en desorden al “estilo” futbolístico
de Huracán, solo relatan las sensaciones de un hincha particular del club más
lindo, guapo y canchero del mundo.
Por esta simple
razón, uno puede decir un fin de semana que Barrientos es un desastre y al
otro, con la misma impunidad, juzgarlo como pilar fundamental de la estructura
del equipo. Digo, el hincha de futbol, movido esencialmente por ese amor
incondicional es capaz de arrojar un piedrazo al 3 y luego, al cruzárselo en la
calle con ese mismo jugador, pedirle una foto. Si bien, ambos actos son
reprochables, el primero por su exceso en la manifestación de disconformidad y
el segundo, por hipócrita, uno puede excusarse en el viejo axioma que señala
que el corazón tiene razones que la razón ignora. También para no usar tan
pedorro axioma, se puede hacer una analogía con la frase “donde manda capitán
(el corazón) no manda marinero (el cerebro)”.
Usted se preguntara
¿Qué quiere decir este pibe? Ahí vamos…
Yo quiero que
Huracán gane, quiero que ascienda, quiero ilusionarme, emborracharme, salir a
festejar con el pueblo quemero. Quiero volver a primera y ver al club brillar.
Por eso, luego del cuarto triunfo consecutivo, con dos partidos de local por
delante, no voy a ponerme a, otra vez, a decir todo aquello que creo que le
falta a este equipo para lograr aquel sueño. A cambio de mi silencio, solo les
pido que ganen. Si creen en este esquema, en esta forma de jugar, de tratar a
la pelota, de tratarse entre ustedes mismos. Si creen profundamente que este es
el camino que puede llevarnos, a todos, a luchar por el sueño, adelante. Todos
juntos por Huracán.
No me importa ser
creyente de otra fórmula y estilo, aquel
que Huracán supo concebir. Entiendo que vale más luchar por un sueño colectivo,
que defender alejado de los míos una filosofía. Por eso, aun teniendo serias
dudas sobre lo que el futuro nos deparará, guardo el manual del flaco en el
cajón y con él todos aquellos principios que supe defender hasta perder la voz
y celebro con alegría que hayamos ganado, aunque haya sido con un penal
inventado, y que todavía, matemáticamente, tenemos posibilidades. Porque en
definitiva, sino es por Huracán ¿por qué habría un quemero de cambiar?
Ahora sí, despojado
momentáneamente de ideologías, con la euforia troglodita de quien concibe el
triunfo como la única verdad me entrego a la ilusión de creer que en los
próximos 14 partidos Huracán podrá con sus armas de juguete conquistar nuestros
sueños.
Por lo menos así lo siento yo.ADELANTADO QUEMERO