Gracias a una infantil e inexplicable conducta de Julián Velázquez (como si no fuera conciente de la importancia de este semestre para el Rojo), Independiente tuvo que acudir rápidamente a un plan de emergencia. Dejó los planes que tenía para enfrentar a Vélez y, lógicamente, asumió un papel conservador, de resguardo.
Por lo tanto, si bien los jugadores dieron una gran muestra de actitud y compromiso, cualquier análisis minucioso que se pretenda hacer sobre el juego y la evolución del trabajo de Américo Gallego queda supeditada a dicha acción puntual de los 20 minutos del primer tiempo.
Se ganó un partido importante, es verdad, en una cancha muy difícil y contra un complicadísimo rival, pero me hubiera gustado apreciar cómo hubiera actuado el Rojo once contra once. Venían haciéndolo aceptablemente, pero ya diez contra once predispone la situación de otra forma.
Entonces, después de este excepcional encuentro, la verdad será revelada justamente contra Racing. En esos 90 minutos se terminará de dar forma para saber dónde estamos parados y si lo de Liniers fue producto de la fortuna o si efectivamente allí comenzó un cambio sólido, sustentable con el paso del tiempo.
Creo firmemente que esta vez el gran mérito fue de los jugadores, aquellos que muchas veces reciben la culpa y agresión de la gente. Por cómo se desarrollaron las acciones, el esfuerzo y la garra de los que estuvieron dentro del campo fue determinante, mucho más de lo que pudo improvisar desde afuera el Tolo.
Se viene un clásico que maracará un antes y un después en la historia de nuestro querido Independiente, esperemos que el plantel y el entrenador estén a la altura de las circunstancias y de la grandeza de esta prestigiosa y enorme camiseta.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ROJO
