NOVEDADES

04 septiembre 2012

LA ACADÉ


04 septiembre 2012

¡FELIZ CUMPLE!
Un tres de septiembre de mil novecientos cincuenta se inauguró el estadio presidente Perón. Este tres de septiembre, nuestra querida academia, festejó un cumple de película con tres goles de un pibe surgido de las inferiores y un penal atajado de manera increíble por el pulpo Pelletieri quien, disfrazándose del octópodo Paul, adivinó el rincón y nos retiró de la orilla del barranco. Y bueh… esto es Racing y Racing desconoce grises o medias tintas. Puede llevarte, en un tris, del éxtasis al calvario para, luego, resurgir como el ave Fénix.

No empezamos bien pero, después de acomodarnos en la cancha, no nos cobraron un claro penal y
comenzamos a sumar hasta que el pibe Vietto, quien fuera expulsado a escasos minutos de ingresar por la sudamericana, desde veintiséis metros clavó en el ángulo un golazo. Felices, nos fuimos al descanso. Empero, cometí el error de ir al baño. “¿Ahora vas?”, preguntó mi ahijado “¡Faltan cinco minutos para que empiece el segundo tiempo!”.

Con el pucho entre los labios y las manos ocupadas, escuché un ahogado grito de gol y miles de puteadas. No sé cómo no me oriné encima ni me cercené el pellejo con el cierre. Cuando dejé el baño, vi a un tipo pegándole patadas al concreto. En el primer escalón de la tribuna me esperaba mi ahijado “¿Y? ¿Estás contento?”, me recriminó “¡Te lo dije! ¡Nos empataron a los dos minutos!” Más calmado, me comentó que hacía sido un golazo y un regalito del pulpo.

El cuarto de hora siguiente fue un martirio. Todos nos agarrábamos la cabeza. “No tenemos segundo tiempo”, pensé. “Va a pasar lo mismo que contra el sabalero y no voy a tener ganas de escribir la nota”. El equipo aparecía disperso, confundido, apático. Aparentaba ser otro; como si, nuevamente, lo hubiesen cambiado en el entretiempo. Se veía feo, muy feo; la noche no ayudaba y el césped estaba rapidito, propicio para más errores. “De nuevo al medio de la tabla”, pensé.

Sin embargo, ocurrió el milagro inesperado: y quien tanto reproché e insulté y estuvo tanto tiempo en un nivel bajísimo, se lanzó al ataque con decisión, recorriendo la milla verde (alusión a milagros inesperados), pisó la pelota, hizo pasar de largo al verdinegro y, con pierna cambiada, echó un centro fantástico. Bien ubicados, Sand, Vietto y Pelletieri se relamieron. Ganó la testa de Vietto. Golazo. Curiosamente, después de aullar el gol comencé a gritar “Pillud, Pillud” y a reír incrédulo. “¡Viste, tanto que lo criticás, te tapó la boca!”, dijo mi ahijado.

Y, realmente, significaba más de lo que parecía. Muchas veces, aun jugando bien… perdíamos. Ahora, jugando mal, estábamos en ventaja. Luego, sirvieron las frutillas del postre a la Pelletieri: Pisadita, centro, pase de cabeza del barba Villar y fusilamiento del pibe Vietto a lo Francescoli, inclinando el cuerpo para no rifarla a la tribuna. Delirio total. “¡No vamos a parir el final!”, gritó un crédulo optimista. “¿Qué nos puede pasar?”, gritó otro. “¿Que nos hagan un gol y suframos un par de minutos o que tiren un petardo y nos quiten los puntos?”

No. Pasó otra cosa nefasta e inaudita: con el resultado puesto regalamos un contragolpe, nos quedamos sin arquero y con un penal en contra. En ese momento, el que pateó el concreto fui yo. “¡No puede ser, no puede ser!”, grité desaforado. “Pelletieri se puso el buzo”, dijo mi ahijado “Vas a ver que lo ataja”. Decidí mirarlo, en la cancha no hay replay. 

Y lo atajó. Lo gritamos más que los goles. La tribuna parecía estallar. Nos abrazamos y lloramos como tontos. No era para menos. Fue un momento excepcional, insólito, no apto para cardíacos. Una fiesta inolvidable, épica. Gracias pibe, gracias pulpo, gracias Lucho, gracias Racing. Calado hasta los huesos, muerto de frío pero con el corazón palpitante, antes de retirarme miré el imponente estadio. Sin lugar a dudas, el más bello. “Feliz cumple”, dije.

Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ACADÉMICO
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