EL ARTE DE MORIR…
Embarcado en esta corriente de vida
sana comencé a respirar 42 veces por minuto, a sentarme sobre mis piernas y a
poner mi mente en blanco. Deje las carnes asadas, las grasas trans(exuales), la
comida chatarra, la sal y cualquier otra cosa que le de sabor a los alimentos.
Solo morfo verduritas hervidas en agua purificada.
También largué el tabaco, el
escabio, las drogas y las putas. Apague la tele y me senté a estudiar, llame a
mis abuelos después de dos meses de no darles bola, le pedí perdón a mi hermano
y le devolví esa remera del globo firmada por Karim Adippe que él tanto quería.
Levante la tabla del baño, ordene mi ropa, lave los platos y le prometí a mi
señora que solo vamos a hacer el amor cuando ella quiera…
Mi vida estaba cambiando. Incluso
lime asperezas de la infancia cuando me encontré en el mayorista a unas
monjitas (a las que odiaba desde que me echaron del colegio en 5to grado) y
fui y les
pague la cuenta del
supermercado, después las ayude a subir los bultos a la 4 x 4 y les compre unas
rifas que estaban vendiendo para la colecta “Más por menos”
Fui un hombre nuevo durante 72 hs,
pero llego el sábado: Famélico y acalambrado, pero en familia, viajamos a
Junín. Teníamos la alegría que te da una vida sin estrés, la esperanza de que
el triunfo del finde anterior haya servido como inyección anímica y así
conseguir tres puntos más que coloquen al globito arriba, levantando cabeza,
confirmando eso de que somos candidatos.
Nada de eso paso. Huracán fue un
desastre total. Los jugadores tratan a la pelota como si fuera un objeto
extraño, desconocido, no se dan tres pases seguidos, no piden la bocha, es una
permanente competencia para ver quien la tira más alto y más lejos. No tiraron
un centro decente en todo el partido, ni siquiera de pelota parada. De hecho el
único centro que, más o menos, fue bueno termino en gol. Nos bailaron, nos
echaron al 5to jugador en cinco partidos, no se les cae una idea ni a los que
entran a la cancha y ni al (¿ex?) técnico. En ese contexto, sabes cuánto me
duro la respiración, menos que un gato en el barrio chino.
De vuelta en la ciudad, el culo
roto, largas caminatas que no conducen a ningún lugar, me saco el saco, el de
candidato y paro en un bodegón. Pido un vino y una mila napolitana con papas a
caballo, pienso que esto es lo normal en mí. Vuelvo a casa, le doy un toque a
la patrona, prendo un cigarro y mirando el techo me doy cuenta que esas monjas
me cagaron, que más por menos da, siempre, menos!!
Por lo menos así lo siento yo
ADELANTADO QUEMERO