ENTORNO CONDICIONANTE
Todavía está caliente la reciente casi renuncia del vicepresidente segundo de Independiente, Claudio Keblaitis. Finalmente se tomará licencia por 30 días. Esta es la última noticia relacionada al clima de permanente tensión que existe en el club entre la comisión directiva y la barrabrava.
Este lamentable hecho es uno de los tantos por los cuales hoy el Rojo sale en los diarios. De la mano, el mal momento deportivo. Obviamente no son dos cuestiones aisladas, tienen una estrecha dependencia y hay que pararnos puntualmente sobre la violencia para entender la situación que hoy nos preocupa.
Las tres derrotas consecutivas (Arsenal, All Boys y Olimpo) comenzaron exactamente en aquella semana cuando el delincuente de Pablo "Bebote" Álvarez y sus despreciables súbditos irrumpieron en la oficina de Javier Cantero.
Allá por el 5 de mayo, el presidente era protagonista, tanto de la esfera futbolística como política. Independiente era noticia por asuntos extra deportivos, por las agallas y valentía de Cantero. Desde ese momento hasta hoy, la barra no dejó de intentar aferrarse a ese cómodo lugar donde trabajan poco y perciben mucho dinero. Hasta llegaron a meterse con el colegio que funciona dentro de la institución.
Como era de esperarse, los jugadores del primer equipo no lograron mantenerse al margen de todo esto. Claro, no es fácil. Justamente cuando esta papelón empezó, el Rojo perdía con Arsenal en Sarandí y este grupo de violentos pararon el partido inclusive estando afuera del estadio.
La trascendencia de estos mafiosos nunca se detuvo y, al unísono, Independiente jugaba cada vez peor. La ecuación es simple, entendible: a mayor notoriedad de la barra, menor rendimiento del plantel. Porque es difícil trabajar y tratar de superarse a diario (cosa que venía sucediendo hasta el 5 de mayo) en este clima de tensión, nerviosismo y amenazas, que parece no tener final.
Un nítido ejemplo de esto es la jugada de apertura del marcador del domingo. Pelotazo al área sobre la raya de cal del límite del campo de juego, el jugador de Olimpo (Pérez Guedes) compenetrado por la angustiosa situación del aurinegro, siguió la pelota hasta el final; por su parte, Gabbarini y la defensa, desconcentrados, alterados, fuera de foco, se quedaron con la mano levantada. 1 a 0 para ellos.
Así están las cosas en Independiente dentro y fuera de la cancha, con un denominador común que coordina todo: la violencia.
En tanto y en cuanto no se genere un consenso realmente generalizado para combatir a las barras, en el Rojo la seguirán pagando Cantero, Keblaitis, y, el día de mañana, el club perdiendo la categoría.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ROJO.