Dr. Mariano Humberto Grondona |
Mofarse de un equipo que nunca logra lo que promete a principio de un torneo y llamarlo vulgarmente “mufa”. ¿Está bien? ¿Está mal? ¿Está más o menos? ¿Es ético? ¿Es una proyección de las propias miserias de nuestro destino o es una muestra más de nuestra mediocridad latina?
¿Es lo mismo reírse de la suerte de un amigo al que le birlan a la esposa que burlarse de un colectivo de hinchas condenados al sufrimiento eterno? ¿Es moralmente aceptable descreer de las virtudes de un equipo por más que guste, gane, entretenga, triunfe, ría, llora, baile, se menee, suba, revoleia?
Un equipo como Racing Club de Avellaneda, que como siempre ha logrado ilusionar a su público, estamos en condiciones de confirmar que tiene serias chances de fracasar. Quizás, sería diferente si se tratara de un país en serio, pero recordemos que Argentina (del latín Argentum - plata, coima, suciedad, corrupción hasta el fin de los días) es una nación joven, inexperimentada y algo vírgen, como fue San Lorenzo de Almagro hasta la semana pasada.
Regresando a la expectativa que ha generado Racing, ¿Debe el coterráneo sentir empatía con la emoción de sus simpatizantes? ¿O hay que mantenerse indiferente esperando que en la última parte del campeonato el equipo colonee? (Recordemos el verbo del castellano Colonear; de Santa Fe - Ilusionar al pedo, Caerse en la recta final, Fracasar con verdadera vocación de fracaso).
Hagamos un poco de historia para comprender la raíz del comportamiento racinguista. En el medioevo morales ocurrió la denominada “Caza de Brujas”: prender fuego a cualquier persona que fuera considerada portadora de magia negra o mala suerte. Pero como el Hombre es el único mamífero que tropieza varias veces con la misma piedra (del arameo Petrum - presidente riojano, jugador brasilero de recordado debut con pibe, cronista colorado de Fox) ha cometido la equivocación de no aniquilar a todos los simpatizantes académicos, que ahora son señalados por la sociedad como “portadores de tragedias”. Fíjese que la última vez que lograron ganar un campeonato, allá por el 2001, el país se desmoronaba en una de las peores crisis de su historia. Lo que demuestra que sus alegrías, inevitablemente, conllevan miserias para el resto de los argentinos.
No quisiera desviarme del planteo central de esta editorial. ¿Es Racing un equipo de pusilánimes que merecen la ejecución por generar falsas expectativas? Está comprobado que con un Estado más fuerte, aquel que no cumple lo que promete, merece pena de muerte. Y eso es, por supuesto, lo que hace más predecible, feliz y justo, a un país. En otras naciones más serias, los meteorólogos que fallan en sus pronósticos son degollados en una plaza pública. Como se ve, todavía nos queda mucho por aprender.
Para finalizar, estimados lectores, los dejo con una conclusión: el destino de lo que suceda con Racing Club y sus expectativas es responsabilidad -y culpa- de todos los nacidos en este país.
Será cuestión de sentarse en el sillón de este confortable geriátrico y ver qué nos depara el futuro.
Hasta la próxima.
Dr. Mariano Humberto Grondona