El nuevo Boca empezó con todo. La pretemporada habría sido espectacular. Dicen que los jugadores se quedaban siempre después de los entrenamientos mirando Intrusos y tomando mates.
Cuando volvieron del Mundial, Gago y Orión habrían traído regalos para todos. Los Garotos y las caipirinhas parece que alegraron las concentraciones.
Cuando estuvieron en San Juan, para disputar la Copa Argentina, se comenta que el hotel fue un jolgorio. Los chistes del Chiqui Pérez habrían animado la noche.
Después del partido con Huracán, los expertos en selfies, Chávez y Martínez, habrían sacado fotos increíbles con todos los muchachos del plantel en el vestuario.
Este sábado, en la concentración, habrían jugando un emocionante torneo de Play Station para pasar la aburrida tarde, ya que en la tele solo había un partido intrascendente de la B Nacional.
Ayer, lunes, aprovechando el día libre, los históricos habrían hecho un asado sorpresa para agasajar a las flamantes incorporaciones que, con mucho esfuerzo, trajeron los dirigentes.
El grupo está más fuerte que nunca. Los problemas se mudaron a La Paternal, donde ya se están lamentando. Acá se acabaron las divisiones. No hay conflictos. Se forjan nuevas amistades ¿El juego? ¿Los resultados? Qué importa eso. Acá lo que nos enorgullece como hinchas es el grupo unido, que todos sonrían. La tribuna, eternamente agradecida al presidente que nos hace disfrutar de esta unión sin precedentes, ayer lo despidió coreando su nombre.
Por lo menos así lo siento yo.
