El finde, bajo una intensa lluvia, conseguimos un buen punto… ponele. Otra vez con varios cambios obligados y con el corazón en la mano, Quilmes se propuso hacer lo que pudiera ante La Lepra. Lo tal vez sorpresivo fue que, aunque pareciera loco el plan, el equipo arrancó como todos queremos que juegue, y más a esta altura: salió a buscar de visitante, a matar o morir aunque el riesgo de vida fuera elevado. El tema es que a pesar de la actitud encaradora, por cuestiones entendibles y de fuerza mayor, fuimos perdiendo cada vez más terreno y tenencia.
Lo cierto es que nuestras limitaciones se notaron y la jerarquía del local hizo que nos embocaran cuando mucho no faltaba. La sensación fue la de otra vez lo mismo, que un gol contrario significa derrota y nada podía cambiarlo; pero fue grato encontrarse con que a diferencia de lo que veníamos viendo en fechas anteriores, Quilmes no se achicó ni desesperó. Los brotes de un poco de dignidad y el amor propio de un grupo que suele agrandarse cuando le gritan “ole”, nos hizo rescatar un empate de manera agónica. Un empate justo, ojo. No vi en ningún momento que nos hayan pasado por arriba y a mi entender no se jugó mal. Teniendo poco la pelota generamos el mismo riesgo que Newell’s, y hasta lo empezamos a hacer antes que ellos. La pelota hay que usarla más que tenerla.
Algunos ven el vaso medio lleno, otros lo ven medio vacío. Yo no analizo eso. Solamente sé que por un rato sentí que todavía estamos vivos, y sueño que tras la mejora demostrada en El Coloso y el valioso punto conseguido, nos inundemos de alegrías como la que nos dio, precisamente, Ríos.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO CERVECERO - @adrian28qac
