Desde chica te asustan. Tus amigas más grandes, tus hermanos, tu abuela, tu padre. Antes de que vayas a tomar el bondi, te dicen "Cuidado con la parada". Y vos esperás el colectivo con mil ojos, en la esquina junto al puesto de diarios cerrado, abrazando la mochila del cole.
Más grande, tu vieja haciéndose la amigota, o una prima canchera te da el consejo: "Cuidado con la parada". Y vos esperás que el chico que tanto te gusta te toque bocina con su Fiat 147 con la ansiedad a mil, para llevarte a tomar algo, decidida a que esa noche no te saquen la bombacha.
Y después, cuando ya te sentís grande, se acerca un colaborador y te dice "Cuidado con la parada". Y vos esperás el mejor resultado con mil hinchas colados, sobrando la situación y pensando que hay un descenso que la va a asustar. Pero por mala suerte, la parada de Olimpo está más dura que nunca, te complica un montón y, paradójicamente, te aleja de la punta.
Por lo menos así lo vemos nosotros.
