El joven Pisano fue una de las tantas promesas del Rojo. Hábil, impredecible y desequilibrante, se transformó en la figura del equipo ni bien se inició aquel torneo. El juvenil comenzó a sentirse cada vez más identificado con la institución que representaba, lo que provocó que con el correr de los partidos se volviera intrascendente, sufriera calambres como el Mago Coria en los momentos decisivos, e idolatrara a narcos como el Palomo Usuriaga. Si bien no fue uno de los más cuestionados consumado el fracaso, un semestre jugando al lado de Insúa y Montenegro bastó para que el frío glacial emanado por sus compañeros le provocara una neumonía crónica irreversible, abandonando la práctica profesional y dedicándose a la fabricación de caloventores.
El futuro de Morel Rodríguez no fue mejor. Al escapar con gorra para no ser reconocido en los alrededores del estadio, el paraguayo fue confundido con un ladrón y emboscado por un imponente operativo compuesto por la Policía Metropolitana, la Federal y la jefa de Gendarmería Elisa Carrió. El defensor intentó explicar que no era un delincuente, sino el mismísimo Claudio Morel Rodríguez, pero esto último complicó su situación, ya que el juez era hincha de Independiente: fue juzgado en la causa caratulada “robo deportivo a botín armado y fraude futbolístico” y condenado a doce años de prisión, más cuatro meses de trabajo comunitario en el centro de discapacitados motrices “Los amigos de Farías”.
Federico Insúa fue otro que, tras el fracaso en 2014, decidió dejar el fútbol. El Pocho se compró una peluca rubia para no ser reconocido por los hinchas de Independiente y, de yapa, disimular su incipiente problema capilar. El look de “viejo que se quiere hacer el canchero” le abrió la puerta menos esperada, la de la música. Tras el alejamiento de los escenarios del Pájaro, Insúa se convirtió en el nuevo cantante de Vilma Palma e Vampiros. El volante pasó de tirar rabonas a cantar “Qué pasa, qué pasa, que no hay más fernet con Coca” en boliches retro del Conurbano Bonaerense. Sin embargo, y por obvias razones, el Pocho aún se rehúsa a cantar el hit “Auto rojo”.
El Rolfi Montenegro es el único sobreviviente en actividad de aquel equipo. Con más de 40 años se desempeña como volante creativo de Atlas desde hace cinco temporadas. Sigue manteniendo la misma efectividad que tenía en Independiente diez años atrás: 0 goles decisivos y 0 ascensos. En la actualidad se está recuperando de una complicada lesión, ya que una paloma defecó en su hombro derecho, causándole una luxación aguda y confirmando lo que siempre se había sospechado: el Rolfi no puede cargarse nada al hombro.
Cantero, luego de conducir los destinos del club de Avellaneda, consideró que ya tenía la experiencia suficiente para administrar la fábrica de hielo que había heredado de su abuelo. Pero Javier, que ostenta un nuevo peinado con gel hacia atrás el estilo Comparada, tampoco ha tenido suerte con el nuevo emprendimiento. Al día de hoy, no ha logrado terminar la remodelación de la fábrica que intentó construir, y tampoco pudo serrucharse a Araceli. Para colmo, en la última asamblea, sufrió el desmadre de sus empleados, que le arrojaron contundentes bloques de hielo antes de que pudiera comenzar a hablar.
Claro que el entrenador, Omar De Felippe, fue uno de los principales señalados por la hinchada. Luego de su fracaso en Independiente, la vida lo castigó y fue condenado a una de las peores desgracias que podrían caerle a un entrenador de fútbol: volver a dirigir a Olimpo.
Desde Un Metro Adelantado queremos solidarizarnos con este grupo de gente que hoy, años después, lucha por tener una vida digna luego de aquel rotundo fracaso de 2014 que los marcaría para siempre.
ADELANTADO DEL TIEMPO
