Te fuiste a San Clemente con tetas y corpiño nuevo. Claro, los 110 cms que te dio el quirófano tenían que ser exhibidos. Tomaste sol de espaldas, de frente, de perfil, con los breteles para un costado, con los breteles sueltos, casi casi dejando ver los pezones. Los hombres del balneario babeaban cada vez que las olas del Atlántico te golpeaban a la altura del pecho, esperando que se te escapara alguna goma. Tus amigas fueron opacadas por tu exhuberancia y el color dorado que te dio el sol. No hubo ni un día nublado. Volviste negra. Serías la envidia de todas las tilingas de la oficina.
Sin embargo, las vacaciones se acabaron y regresaste a la recepción de esa empresa fantasma en el microcentro. Estabas triste por que el smog te iba a borrar el bronceado enseguida.
El viernes atendiste el último llamado y miraste el pronóstico del tiempo con nervios. Te embadurnaste el gomerío con Hawaian Tropic, y te pasaste sábado y el domingo tirada en la membrana de la terraza, tratando de mantener ese bronceado perfecto que te dio el verano. Y lo lograste, River.
Por lo menos, así lo vemos nosotros.
