Le propusiste a tu primo y sus esposas ir a ver teatro a la calle Corrientes. Hay mucho movimiento, luces que titilan, folletos que te encajan. Para colmo, los puestos de diarios invaden la vereda. Esquivás a una cincuentona que pispea los titulares, y entonces tu primo te codea. Adelanta el paso y deja a las mujeres atrás. Y te dice al oído, como si confesara un crimen, que vos te apretaste a esa señora en el año 1998. Ante tu mirada atónita, brinda más detalles: fue una noche en Gesell, volviendo de un bar. Y vos, que siempre pensaste que llevabas un inventario de tus victorias, te sentís desnudo, viejo, y desmemoriado. Mirás a tu primo y le decís que está equivocado, que hace tanto tiempo, que te acordarías, que la memoria RAM de tu cerebro está intacta. Y te reís, nervioso, de tu analogía sin gracia. Sin embargo, en el fondo, sabés que tiene razón, que solo un observador como él puede recordar una cara luego de tantas décadas.
Olimpo y Tigre jugaron un partido que será mejor no recordar, para no ocupar espacio al pedo. Quizás algún loco obsesivo lo mencione dentro de 30 años, pero a tu primo no le gusta el fútbol.
Por lo menos así lo vemos nosotros.
