All Boys sigue sin jugar a nada. Todos los partidos fueron más o menos iguales: no se generó juego, se crearon pocas situaciones de gol y, encima, el arquero está extrañamente errático, y cada vez que falla lo pagamos con un gol en nuestro arco. Estamos mal, peor de lo que creíamos para esta altura del torneo, y cada vez más cerca de caer en zona de descenso.
¿Hasta cuándo tendrá paciencia el hincha? Quién lo sabe. Lo cierto es que no será por mucho tiempo si no se cambia en algunos aspectos clave. Hay jugadores de marca que no se tiran al piso, otros que descansan en el campo de juego, defensores desatentos o que llegan tarde. Falta de actitud y de aptitudes físicas. Salvo Ferrari, Benavídez y Matos, el resto no logró tener al menos dos partidos aceptables.
Es increíble que en tres de los cuatro partidos All Boys comience arriba en el marcador y, en lugar de defender esa ventaja jugando o tratando de aprovechar el contrataque, metiéndose en campo rival, lo único que hace es replegarse y esperar a que llegue el empate del adversario. Tampoco es un equipo que ante esta circunstancia trata de reponerse llevándose por delante al contrario; es apático, y hasta pareciera ser conformista: se aferra al puntito y no arriesga nada. Aburre.
Hubo, en estas tres fechas, algunos pasajes interesantes: algo contra Rafaela, un rato contra Estudiantes, el primer tiempo frente a Vélez y, con cuentagotas, lo del domingo. Pero nunca redondeó una buena actuación en noventa minutos. Falcioni debe buscar rápido la reacción de sus dirigidos y tratar de ser protagonista, buscando algo más de lo escaso que se demostró hasta ahora. Es hora que All Boys arranque.
Este párrafo aparte es para recordar la memoria del papá de Fernando Sánchez, que decidió dejarnos, motivo por el cual el Cabezón no estuvo presente en el partido ante Olimpo. Desde acá el más afectuoso abrazo para toda la familia Sánchez, históricamente vinculada a All Boys.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ALBO