Empezaste la dieta. La nutricionista te pidió que no te zarparas, pero un cumpleaños con catering de los primos porteños iba a ser jodido. Salteaste la entrada fría, e incluso tu mujer te felicitó por tomar esa coca-cola edulcorada en vez de un buen tinto.
Pasaron las bandejas con canapés y negaste cada vez que la morochita te invitó a manotear una empanada. Pero no diste más cuando salió la ronda de chivitos y te clavaste uno. Enseguida te arrepentiste y llegó el remordimiento, el café, y la sacarina.
Replegaste tu gula y no quisiste saber más nada. Buscando fuego para un pucho llegaste a la puerta de la cocina. Se asomó la morochita y al final sucumbista a su sonrisa y otro chivito uruguayo. Ahora te va a putear tu señora y la nutricionista. Cuánto esfuerzo al pedo.
Pasaron las bandejas con canapés y negaste cada vez que la morochita te invitó a manotear una empanada. Pero no diste más cuando salió la ronda de chivitos y te clavaste uno. Enseguida te arrepentiste y llegó el remordimiento, el café, y la sacarina.
Replegaste tu gula y no quisiste saber más nada. Buscando fuego para un pucho llegaste a la puerta de la cocina. Se asomó la morochita y al final sucumbista a su sonrisa y otro chivito uruguayo. Ahora te va a putear tu señora y la nutricionista. Cuánto esfuerzo al pedo.
Por lo menos así lo vemos nosotros.