Llega el viernes, juega tu equipo, horario ideal, empezas a
preparar la picada, destapas un porroncito y te vas acomodando ese sillón que
esta amoldado a tu cuerpo y lo ubicas en dirección al televisor.
El momento llega, inicia la genial transmisión de la TV pública donde solo se le da
lugar al futbol y donde nunca se ven spots políticos, ni se escuchan
comentarios a favor de la gestión de Cristina. Se puede decir que todo está
dado para ver un maravilloso encuentro.
Se escucha la voz del intachable Rodolfo de Paoli y una
hermosa acotación de Julio Ricardo, de quien todavía estamos esperando un
error; acto seguido, ingresan los equipos al campo de juego, el marco es único,
un monumental colmado por esa hinchada que jamás arrojo pañales, tiro maíz o
insulto a sus ídolos. Se realiza el sorteo y todo está listo para que empiece a
rodar la redonda.
Peeeero, todo este panorama se va diluyendo minuto a minuto,
no solo por el hecho de que no hay peligro de gol, sino que tampoco se pueden
ver tres pases seguidos y lo más emocionante del partido pasa por ver cuándo va
a caer la pelota que rechazó Pepino o Maidana.
Tras un nefasto primer tiempo las esperanzas se renuevan,
uno espera que los discursos de Russo y Ramon Díaz hagan un efecto positivo en
sus dirigidos, aunque nada de eso ocurre, el segundo tiempo es aún más feo que
el primero y para colmo cuando ambos equipos se están amigando con la idea de
llevarse un puntito, aparece un tal Andrada y te deja con las manos vacías.
Conclusión: además de perder casi dos horas mirando un
partido mediocre, tu equipo ni siquiera araño un puntito.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO CANALLA